Metro: juego de espejos | Joel Hernández Santiago

no me veras

¿Qué hace la Guardia Nacional en el Metro de la Ciudad de México? Esa es una pregunta que nos hacemos de forma continua desde el jueves 12 de enero cuando se ordenó la presencia de 6 mil 60 elementos de este cuerpo de seguridad para “cuidar” al Metro de “episodios anormales”. (Más de once mil vigilantes en total)

Una decisión por sí misma irreflexiva, absurda y sí en mucho por la necesidad de justificar ineptitudes, incapacidades, falta de mantenimiento, de profesionalismo, obediencias inútiles e indignas y esa famosa austeridad republicana que no es más que un ahorro trágico y mal entendido.

Y por supuesto, como es usual en este gobierno, cubren a Claudia Sheinbaum y descuidan al país, en su seguridad, tan sólo para echar la culpa de los errores de hoy “al pasado”, a los enemigos de la 4-T y a otros: nunca aceptar un error, es la regla de nuestros días en el gobierno federal y, por consecuencia, en el gobierno de la Ciudad de México.

Y muy seguro es que ya en el momento desde el gobierno de la Ciudad de México y de la burocracia del Metro, se estarán preparando argucias para demostrar la necesidad de la presencia  militar ahí:

Denuncia de sabotajes mínimos, robos, fallas que tienen que ver con ‘manos negras’, detenciones de gente sospechosa, prohibición del uso de cámaras-teléfono para grabar, vigilancia más que cuidado: todo para mostrar que, en efecto, hay esos “episodios anormales” aunque no lo sean. “Es culpa de esas fuerzas obscuras”, dirán, y acusarán a quienes se oponen a esa decisión de ser ‘adversarios’. Y transformarán fallas reales en ‘sabotaje’.

Está claro que en el momento aquellos que opinan distinto a los mandatos de Palacio Nacional son enemigos, conservadores, adversarios, neoliberales, fifís en una serie de adjetivos inútiles porque se hace tabla rasa de diversidad de opiniones en un país que se presume como democrático.

Todo esto en un reduccionismo extraordinario pero que genera polarización y confrontación nacional, claramente medidas. Es así que ahora resulta que las fallas mecánicas, de mantenimiento y descuido son “episodios anormales” atribuibles a ‘fuerzas oscuras con fines odiosamente adversos a la 4-T capitalina’.

No importa si quien ejerce la libertad de expresión en actitud crítica proviene de la inteligencia, de las corrientes –esas sí, de izquierda- o de cualquier otro estamento ideológico. No importa. Y por tanto es ‘adversario’ y merece el desprecio social.

Gran momento aquel en el que se respeta la libertad de expresión y la voluntad nacional en la toma de decisiones mejores para el crecimiento y fortalecimiento tanto del gobierno como del país y en la construcción de un mejor futuro mediante procedimientos democráticos. Pero...

Apenas habían transcurrido unos cuantos días del choque de trenes en el Metro de la Ciudad de México y que costó una vida y muchos heridos, cuando la tarde del día 11 hubo un conato de incendio en un vagón en la estación Politécnico. De pronto quisieron aplacar el asunto, pero como con lo ocurrido el día 7 como que ya comenzaba el pánico entre usuarios...

Y lo dicho: Esto de los “episodios anormales” ha ocurrido con mucha más frecuencia de 2019 a la fecha. El mayor de ellos fue el lunes 3 de mayo de 2021, alrededor de las 22.22 horas cuando un vagón cayó entre las estaciones Olivos y Tezonco de la Línea 12 y que tuvo como consecuencia un estimado de 26 fallecidos; 80 heridos​ y 5 personas reportadas como desaparecidas.

Pero más, y mucho más que esto, ocurre con toda frecuencia en la red del metro en sus 12 líneas, 226 kilómetros de extensión y 195 estaciones.

Con frecuencia hay “episodios” como humo en los vagones, lo que ha obligado a su desalojo; retrasos interminables que hacen que los pasajeros se acumulen en las estaciones y se genere violencia entre ellos; robos al interior de los vagones, abusos, descomposturas entre estaciones continuas, inundaciones, traslado con puertas abiertas...

El Metro de la Ciudad de México es una tragedia rodante para los casi cinco millones que son transportados ahí cada día.

Según estudiosos de la materia, las fallas se deben sobre todo a la falta de mantenimiento; a descuido y menosprecio por uno de los sistemas de transporte más utilizados y necesarios en la capital del país. Y aunque el presupuesto aumentó en un porcentaje mínimo, éste en realidad no corresponde de ninguna manera con las necesidades de solución a este problema hoy permanente.

Muchas fallas. Muchos errores. Muchas quejas. Tragedias. Muertes. Y, casualmente, nunca culpables, no los que son responsables desde gobierno; ninguno de los que asumen el cargo para cuidar que las cosas en la capital del país funcionen bien: Todos los grandes políticos responsables salen incólumes, siempre. Del Sindicato del Metro ni se diga. Nadie es culpable, tampoco.

Pero ya la Guardia Nacional está vigilante en el Metro de la capital de México. ¿Esto solucionará los grandes problemas y achaques que aquejan a este envejecido sistema de transporte? Juego de espejos, todo eso.

La mejor solución es que se pongan a trabajar, que dejen de hacer grilla y de acusar a otros, que se entregue el presupuesto necesario –y que se vigile- para renovar ese vejestorio que pagamos todos los mexicanos con nuestros recursos. Y que el Metro funcione como deben ser, no como es.

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