Madres encubridoras: Moisés Molina *

no me veras

Ya hemos insistido en este espacio que el derecho es una invención humana, un producto cultural; que en su centro no están las normas, sino las personas.

Acaso por ello, lo que en la doctrina se llaman fuentes reales del derecho son las más preponderantes. Es decir, los acontecimientos sociales que obligan a la creación, reforma o desaparición de reglas o normas enteras.

La realidad se revela como la primer gran condicionante de los sistemas jurídicos.

El hecho de tener al centro a las personas, le confiere al sistema jurídico una gran complejidad.

En el sistema penal, por ejemplo, juzgadores, ministerios públicos, defensores y litigantes entablamos, con cada caso en específico, un gran diálogo para que idealmente la verdad cobre forma de justicia.

Así la gente acude al juez, al litigante o al fiscal buscando algo contra alguien. Y ese alguien se defiende, independientemente de si es o no culpable de aquello de lo que se le acusa.

Si para este momento el entramado de complicaciones ya es grande, se vuelve aún más al llegar a la sentencia, a la decisión final.

Los juzgadores recibimos los hechos y devolvemos el derecho una vez agotado el camino que supone el proceso. Desprovistos de pasiones aplicamos la letra de la ley, la interpretamos cuando es confusa o la integramos cuando es omisa.

Nuestra única herramienta es la razón, a través de la lógica y la argumentación. Las cualidades éticas se dan por sentadas.

Pero a lo largo del proceso uno se pone en contacto con la naturaleza humana, con pasiones desbordadas, con visos de instinto más allá de lo humano. Encontramos al ser humano desnudo.

Y sentimos la tentación de erigirnos en psíquicos, en adivinadores. Siente uno en ocasiones una especie de iluminación divina que nos permite ver la verdad con solo escuchar un testimonio.

Pero la prueba se valora racionalmente y en el ejercicio de la Judicatura y la magistratura no debe haber cabida para nada que no sea racional.

Tarea más difícil en Oaxaca que en cualquier otra parte del país y tal vez del mundo.

Nuestra gran diversidad cultural expresada en usos y costumbres hace cotidiana y omnipresente la noción de otredad.

Pareciera que con cada uso y con cada costumbre los valores éticos orientadores de nuestras leyes cambian. Y aquí la ética se vuelve relativa.

Lo que no es ético en algunos pueblos y ciudades, sí lo es en otros. Y si no fuera ético, es al menos permitido o visto con normalidad.

Voy al punto. Recientemente resolvimos uno de esos dolorosos casos de violación contra una persona menor de edad.

Cómo sucede en muchos de los casos la agresión sexual era reiterada y de años atrás. Declaró la víctima; la perito psicóloga emitió y defendió un dictamen de manera sobresaliente, que apuntaba hacia un trastorno severo provocado por las violaciones y además violencia física y psicológica.

Todo fue valorado racionalmente y el resultado era claro: la confirmación de una sentencia condenatoria agravada por la condición de padrastro del agresor.

De la lectura del expediente se advertía que la víctima menor de edad después de consumado el último ataque huyó de la casa y se refugió donde pudo.

Cuando la madre solicita la búsqueda a la fiscalía refiere como causa del abandono la reprimenda física que la persona menor de edad recibió por “haberse acostado” con su agresor.

Y del mismo expediente se desprendía que la misma madre de la víctima estuvo dispuesta a declarar como testigo en favor del hoy sentenciado que era su concubino.

Como en muchos otros casos, se trata de una madre encubridora.

Por increíble que parezca, no es un caso aislado. Y mi único propósito al exponer este caso es visibilizar que como sociedad le estamos fallando a nuestras niñas y nuestros niños.

Todo cambio cultural es lento, pero debemos asegurarnos de estar yendo en la dirección correcta de un futuro donde nada ni nadie esté por encima de ellos.

Hoy la pequeña víctima ya se encuentra a cargo del sistema DIF tratando de juntar los pedazo rotos de su corta existencia.

Por mi parte hice lo que me correspondía hacer y le deseo lo mejor de la vida.

Hay grandes historias que nacen del dolor.

*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Estado.

Comments are closed.

A %d blogueros les gusta esto: