Incredulidad y tristeza en calles del Istmo

no me veras

El contoneo de su enagua no es la misma. Sus pasos son lentos, tambalea. Frente a su mirada: destrucción, impotencia y por ratos enojo. Su amado Juchitán quedó devastado.

Suspira, otro suspiro más. El ambiente es de incredulidad; la esperanza se cae y se arrastra. Su vista recorre 360 grados en donde todo es igual. El regateo, el ir y venir de comerciantes que ofrecían el totopo, el queso o el famoso pan de caballito, sólo está en sus recuerdos.

Clementina, encorva su menudo cuerpo que parece cargar, tristeza, dolor y llanto. En sus más de 80 años jamás había visto destrucción y melancolía.No lo puede creer; lleva sus manos a su cara y acaricia su rostro como brindado a ella misma consuelo.

Es la calle 16 de septiembre. En el aire se respira tristeza, los festejos patrios quedaron en segundo, tercero y hasta quinto término. Septiembre marcó sus vidas.

A más de tres días de la tragedia, la mujer camina por sus calles, por aquellas donde antes había fiesta para inmortalizar una y otra vez a la Sandunga.

Cabizbaja recorre con su vista; en la esquina escombros, en la otra más cimientos y en la siguiente el panorama es el mismo. Las cortinas de algunas tiendas se han levantado para reactivar el comercio.

Con la tristeza a cuestas, el bullicio en el mercado hace falta. Algunos comerciantes han llegado hasta el lugar, pero no es lo mismo. Las particulas a dolor, melancolía y tristeza se suspenden aún en el aire.

Carina García

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