Clama Istmo gratitud. El terremoto aún duele

no me veras

El preámbulo: tres sismos. La naturaleza se empeñó en que los istmeños recordarán aquel episodio que marcó sus vidas. Jueves 7 de septiembre tres minutos antes de la media noche el sur de México se desplomaba a pedazos. La tierra crujió, el grito estridente era portavoz de la tragedia: 82 muertos, miles de viviendas destruidas, heridos y un conjunto de municipios devastados.

Son 31 días, 744 horas y 44 mil 640 minutos más de seis mil réplicas del movimiento telúrico que amenazó con acabar con la tierra de la Sandunga, un fenómeno que mantiene en la incertidumbre y zozobra a un pueblo zapoteca que grita al gobierno: ¡no ser ingrato!

El temblor se llevó amigos, familiares, vecinos, pero dejó entre los escombros y recuerdos la esperanza de quienes están aquí, de mujeres quienes aún gritan en el parque de Juchitán: ¡totopo güero!

Las noches son otras. Las calles son ahora el refugio de miles de familias quienes perdieron todo, pero no la fuerza y las ganas de levantarse y desempolvarse de esta mala jugada de la naturaleza.

El movimiento telúrico movió también las fibras más sensibles de los oaxaqueños y mexicanos, pero también la podredumbre de los gobiernos y de los propios habitantes; los primeros con su estrategia de rapiña política, los segundos no saciar su apetito de beneficiarse con el mayor número de apoyos.

Lupita Orozco, madre soltera y discapacitada, es el reflejo de que la solidaridad ha venido de fuera y no de las autoridades.

Entre las paredes convertidas en trozos de piedra. El recuerdo fluye, los sentimientos salen a flor de piel, tratan de no doler, pero la herida es profunda y tardará en sanar.

Este día el Sociológico Nacional registró al  menos tres sismos en la región del Istmo de Tehuantepec.

Carina García

 

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