Tiempo digital: Horacio Corro Espinosa

no me veras

Mucha gente cree que una revolución siempre es violenta, y la verdad, no siempre es así. Hay muchos tipos de revoluciones, por ejemplo, la revolución industrial es un fenómeno que se ha ido produciendo sucesivamente en unos y otros países. Sin embargo, hay gente que no se ha dado cuenta que todos los días vivimos dentro de esa revolución. Me refiero principalmente a la era digital.

Cuando era yo niño, no existían, ni en la imaginación siquiera, los relojes digitales. Lo más impresionante que había en ese entonces, era una sumadora mecánica que usaba mi papá. Con ella se evitaba escribir y sumar largas listas de números, pues mediante una palanca que estaba a un lado del aparato, arrojaba las cantidades exactas.

Entendíamos que, si la Tierra daba una vuelta al Sol cada 24 horas, la manecilla corta de nuestros relojes también daba dos vueltas de 12 horas a la carátula. La manecilla larga, de igual manera, indicaba el paso de los minutos de cada hora, y el segundero, la aguja más delgada, hacía lo propio.

Ya hay pocos relojes con manecillas. Es más, ya hay poca gente que usa reloj de pulso. Prefiere usar el reloj del teléfono. Por lo mismo, los niños de hoy casi no saben leer las manecillas. Yo cargo uno con manecillas que me regaló mi papá en el año 70, más o menos, pero ese reloj no es digital ni solar. Tampoco se le da cuerda, y lo sorprendente, nunca se detiene. Cuando le digo a la gente las virtudes de esta máquina mecánica, todos me agarran la muñeca para certificar que lo que les digo es cierto. No sé, pero creo que ya no hacen este tipo de relojes, además, ultradelgados.

Uno de mis tíos vendía pieles, y para conocer el peso de los bultos de piel, los ponía sobre una gigante báscula a la que se le agregaban pesas a un brazo de fierro. Éstos “quesos” metálicos tenía diferente valor y tamaño, lo que hacían equilibrar la plataforma donde descansaban los objetos a pesar. Se sabía el peso del paquete cuando se sumaba el valor de las pesas, más el número que daba una regla metálica numérica que corría horizontalmente.

Hoy en día casi todo es digital. Hay relojes que dicen la hora con números pero no tienen manecillas. Yo tuve relojes con manecillas, pero sin números. Eran preciosos.

El cine de antes se proyectaba con celuloide, o película plástica que emitía imágenes. De ahí que hoy digamos: “vamos a ver una película”, porque efectivamente, esa película, tenía imágenes que veríamos proyectadas en la pantalla.

Hoy se hace cine digital, de ese que no usa rollo ni se revela ni nada. Simplemente emplea las mismas series, de 0 y 1, que usamos para escribir en la computadora. Esos ceros y unos son capaces de darnos sonidos, imágenes, como información.

Hace años, cuando saqué del cajón una grabadora portátil de casetes y la dejé correr, uno de mis hijos, tenía como 8 años, me dijo con admiración: “¡Mira, papá! ¡Con esta ruedita se sube y se baja el sonido!”. Él nunca había visto una grabadora así. El antiguo mecanismo le parecía fascinante y totalmente novedoso. La verdad es que, a todos, yo creo, que nos seduce mucho más las infinitas posibilidades de lo digital.

Ya que nos tocó esta era y tú andas bien metido en lo digital, por qué no aprovechas tu celular para leer un buen libro, una buena novela, una historia, y ya verás que eso te va a dejar más cosas buenas que las redes sociales. En serio.

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