La relectura estratégica de la sucesión presidencial de 1940 con los ojos de la sucesión presidencial de 2024 se está quedando en la ojeada superficial que ignora las circunstancias políticas de hace 83 años: el proyecto del presidente Lázaro Cárdenas había llevado al país a la orilla del colapso político, social y económico. Y la gran decepción de estadista fue haber optado por la estabilidad a costa de su proyecto.
La relatoría del desplome del Gobierno cardenista la hizo el político e historiador Vicente Fuentes Díaz en 1977 en el libro Ascenso y descenso revolucionarios bajo Cárdenas(Editorial Altiplano). Las últimas 25 páginas registran el desorden en el país, la polarización en una nación con sectores todavía violentos y armados y México acosado por el escenario internacional bélico y el enojo de los grupos económicos por la expropiación petrolera.
El error estratégico principal del presidente Cárdenas no debe localizarse en las inestabilidades provocadas por sus adversarios, sino en el centro mismo de su proyecto histórico que buscaba la continuidad transexenal: una reorganización revolucionaria de las fuerzas sociales, pero en una comprensión no socialista. Cárdenas había confiado en que las fuerzas revolucionarias defenderían su proyecto, pero resultó que esas fuerzas sociales populares –el gran descubrimiento histórico y teórico del politólogo Arnaldo Córdova– habían sido organizadas como masas y no como clases.
Cárdenas y entonces Vicente Lombardo Toledano como su principal aliado estratégico construyeron una estructura política y de poder basado en el enfoque marxista de la lucha de clases, pero al final el presidente no dio el paso histórico de transformar a los trabajadores en clase y el proletariado quedó en manos de líderes manipulados desde el poder, con la figura de Fidel Velázquez Sánchez como el símbolo del fracaso proletario del presidente Cárdenas al fundar la CTM; y lo mismo ocurrió con la CNC y la CNOP, pues campesinos clases medias no se convirtieron en poder real sino que quedaron en masainforme en las manos de políticos oportunistas.
La segunda gran decisión histórica del presidente Cárdenas fue haber transformado el Partido Nacional Revolucionario formado sólo por jefes de facciones militares sobrevivientes en el partido corporativo de la Revolución Mexicana, pero limitando a las clases-eje a organizaciones sistémicas ajenas al poder real y directo y no como clases revolucionarias en el enfoque marxista.
Fuentes Díaz reproduce una larga declaración del presidente Cárdenas publicadas en la revista Avance, órgano del PPS: “creí que los elementos intelectuales de México actuarían. Al retirarnos del Gobierno, la clase obrera estaba perfectamente organizada (…), la clase campesina también estaba organizada y tenía la tierra y el rifle en la mano como reserva del Ejército y defensora del pueblo, los maestros estaban asimismo organizados y su agrupación merecía el respeto de todos, los empleados del Gobierno de igual manera disfrutaban ya del Estatuto jurídico que reconoce a sus derechos, el Ejército se encontraba idéntica situación, numerosos jefes que no lucraron jamás con el movimiento revolucionario, la mayoría absoluta de los oficiales y los soldados tenían cariño para el régimen”. “Al formarse el Partido de la Revolución Mexicana, incorporamos a las Fuerzas Armadas al partido, porque así formamos un frente vigoroso o indestructible, a pesar de que algunos no lo entendieron y nos acusaron de qué seguíamos sistemas copiados del extranjero».
El presidente Cárdenas fue víctima del virus que ha afectado a todos los presidentes en procesos de conducir sus sucesiones presidenciales: suponer la lealtad absoluta de sus colaboradores, olvidando que él mismo fue un silencioso crítico del presidente Elías Calles antes de que lo designara candidato y como su sucesor impuso la fuerza del poder presidencial de facto para echarlo del país y destruir a su grupo político y a su proyecto transexenal; en este contexto, Cárdenas pareció olvidar esa regla de oro del sistema que ha permitido la sobrevivencia sexenal: el sucesor, por más lealtad de incienso que declare, termina por ejercer el poder para su propio proyecto y contra su antecesor. Y la razón es simple: todo sucesor oscila entre el síndrome del Nopalito –Pascual Ortiz Rubio como nopal, por verde y baboso, y manipulado por el caudillo Elías Calles— y el cardenismo como poder absoluto para aplastar a su antecesor.
La única equivocación de Cárdenas fue haber ignorado las reglas del poder presidencial.
Política para dummies: la política, al final, es víctima de su propia ingenuidad.
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