La crisisde seguridad en Veracruz, la respuesta presidencial y la comparecencia del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana en el Senado el jueves 25 pasado mostraron los indicios de una percepción contradictoria: la estrategia lopezobradorista de seguridad nofracasará, pero tampocodará los resultados esperados.
La paradoja tiene una explicación: los tiempos presidenciales son políticosy los espacios de la seguridad son sistémicos. En Veracruz el presidente de la república le dio una lecturapolítica a un problema criminal y le alzóla mano al pasmado gobernador Cuitláhuac García en señal de victoria, en lugar de exigirledelante de la sociedad veracruzana resultadosen un plazo de tres meses porque el problema de Miahuatlán fue de fuero local.
La clavepara que la estrategia dé resultados está en la definición del punto central: ¿quién va a destruiral Cártel Jalisco Nueva Generación, a Los Zetas, al Cártel de Sinaloay al Cártel Santa Rosa de Lima, al Cártel de Tepito, al Cártel de Tláhuac y al Cártel de Iztapalapa? No se trata de acotarlos, negociar con ellos, hacerlos entrar en razón, replegarlos, sino de aplastarlos. Las estrategias de Calderón y Peña Nieto nodieron los resultados esperados porque se centraron en los capos y noen las estructuras.
Si el Estado mexicano y sus organismos de inteligencia y seguridad pública-interior-nacional desconocenestructura y nidos de estos cárteles, entonces toda la estrategia se centrará en el efecto mediáticode bajar un poco las cifras. Y ese resultado puede obtenerse si los cártelesentran en razón, dejan de luchar unos contra otros, se centran en sus plazas y disfrutan de la llamada pax narca. Sin embargo, Veracruz ofreció la imagen del peorde los escenarios: los cártelesnacionales son una especie de consejo de administración y los grupos en cada entidad operan por su cuenta.
Y el otro dato que ilustra la percepción de que la estrategia nodará los resultados prometidos radica en el modelo presidencial centralizado: gobernadores y alcaldes, que fueron amenazados por la reforma Constitución de pagar servicios de la Guardia y entregar en seis meses un panorama de su fuerza policiaca, ya respirarontranquilos porque el presidente ordenó nocobrar servicios.
Si las cifras de inseguridad que afectan la confianza ciudadana son por delitos de fuero común–los homicidios dolosos, por ejemplo–, entonces la estrategia debió ser muy dura con gobernadores y alcaldes. Pero la Guardia Nacional en los estados y municipios nologrará victorias si las estructuras del crimen organizado están amafiadascon autoridades locales.
Ahí fue donde ocurrió el errorpresidencial: en lugar de endurecerseen Veracruz con el gobernador y el alcalde –ambos de Morena, por cierto– por la ineficiencia, incapacidad, pasividad y negligencia –por decir lo menos–, el presidente de la república politizóel conflicto y le levantó la mano al gobernador. El problema de Veracruz, por lo tanto, pasó a fuero federal.
Y con toda la república contaminada por complicidadesentre delincuentes y funcionarios locales, los efectivos de la Guardia no alcanzarán: 80 mil guardias en 150 coordinaciones en la primera etapa; de esos 80 mil, se supone un 40% de administrativos, quedando 48 mil reales para 150 plazas con una media de 320en cada una y sólo 106 por cada turno de 8 horas. Y si la Guardia va a arrancar con acotacionesen derechos humanos y uso de la fuerza, entonces los delincuentes tendrán la ventajaoperativa.
La fallade la estrategia radica en su cobertura territorial y de efectivos, noen un programa de inteligencia para destruira las estructuras centrales de os cárteles. Cada municipio debe tener la obligación de presentan un mapaestratégico de la inseguridad en su territorio, pero en la realidad la clavedel auge a nivel local ha radicado en la complicidadde autoridades locales con los grupos criminales. Y es la hora en que los servicios de inteligencia y seguridad nacional del Estado carecende ese mapa indispensable para sustentar en la realidad cualquier estrategia de seguridad.
El dilemapolítico de la estrategia de seguridad se vio en Veracruz: apuntalaraliados políticos de cualquier partido y mejor si son del partido del gobierno o destruirlas redes políticas y sociales del crimen organizado a nivel municipal y estatal. La opción primera fue la veracruzana, dejando la sensación de que la Guardia será sólo disuasoria vía presencia y no ofensiva para destruir a las bandas criminales.
Con la estrategia bajaránun poco las cifras con respecto a las de Calderón y Peña, pero nomás.
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