Salir o no salir, he ahí la cuestión: Jaime Velázquez

no me veras

El caso del primer ministro de Inglaterra, Boris Johnson, es una de las ironías más crueles de esta época del Coronavirus, pues apenas hace menos de un mes, exactamente el 23 de marzo, hizo la declaratoria de obligatoriedad para la ciudadanía del Reino Unido de permanecer en sus domicilios y facultó a la policía a aplicar medidas restrictivas para obligar a la gente circulando en las calles, plazas y comercios, a permanecer en sus domicilios, aunque luego de que la epidemia ya había avanzado notablemente en ese país europeo. No se si a Usted le suene familiar la actitud del político sajón con alguien cercano a nosotros los mexicanos, pero Boris Johnson fue descrito un día antes como un político optimista y muy ligero ante la gravedad de la epidemia: “lávense las manos el tiempo que dura cantar dos veces Cumpleaños Feliz”, había declarado anteriormente y con sorna el gobernante. Su razón principal de no tomar tan en serio la pandemia era, y así lo planteó, la heroica resistencia de la población inglesa durante la Segunda Guerra Mundial, comparación demostrada ahora como inútil y hasta contraproducente ante una pandemia. El primer ministro pensó y declaró en un principio de la crisis de salud que era muy posible combatir el Coronavirus en pandemia y a la vez salvar la economía de su país. Los parques de Londres, sus mercados y sus negocios en general apenas ese mismo fin de semana anterior al 23 de marzo se veían llenos de personas comportándose y conviviendo entre sí como si no pasara nada.

GIRO DE 180 GRADOS

Justo ese 23 de marzo en un discurso televisivo corto y concreto con una visión ya de alerta extrema, le dijo a la nación inglesa: “Para explicarlo de un modo simple, si muchas personas enferman a la vez, el Servicio Nacional de Salud (de Inglaterra) será incapaz de manejar esa situación y morirán  muchos pacientes, no sólo de Coronavirus sino de otras enfermedades…de momento, las opciones que tenemos no son fáciles. El camino por delante es duro y muchas vidas se perderán”. Escalofriante.

Cuatro días después, el 27 de marzo, el primer ministro y su ministro de Sanidad, Matt Hancock, dieron positivo para el Coronavirus y debieron ser internados. Johnson apenas hace dos días fue sacado de terapia intensiva y se dice que incluso estuvo entubado con un alto riesgo de morir por  la pandemia de la cual durante semanas se había burlado; por el momento no ha podido regresar a sus funciones de primer ministro por esos motivos de salud. Insisto, amigo lector, ¿no le parecen conocidas estas actitudes en nuestro entorno? ¿A quién le he visto una actitud semejante? ¿A quién?

EL TLATOANI HABLÓ

Hace unos días platiqué con un alto directivo de los Servicios de Salud y le pregunté su opinión sobre la terrible negación de mucha gente en Oaxaca para abordar el problema de la pandemia como debiera ser, es decir, para seguir las instrucciones mínimas de control, como quedarse en casa. Las opiniones principales son: “eso no existe, es un invento del gobierno; de algo nos vamos a morir; yo ya viví con muchas experiencias, si muero, ya disfruté”. Y la convertida en más común: “nadie me va a mantener y yo debo darle de comer a mi familia; si no salgo a trabajar, no como”, o mejor aún, “si no salgo no trago”. Se quedó pensando unos momentos el funcionario y me dijo en primera instancia estar seguro de quienes más se aferran a la negación son los primeros que estarán pidiendo un respirador, “ojalá y no”, exhaló como un suspiro. Pero la razón principal detectada por él es el ejemplo de arriba, es decir, la forma en cómo minimizó desde un principio el presidente Andrés Manuel López Obrador la crisis venidera. Como parte de la extrema coincidencia con su homólogo inglés, el mandatario mexicano viajó a Oaxaca el 21 de marzo por la conmemoración del Aniversario del Natalicio de Benito Juárez, y al día siguiente 22 de marzo en un insólito video apareció en un restaurante tipo istmeño e instó a la población a salir a las calles, a comer en los restaurantes con sus familias: “Mexicanos, vamos para adelante y no dejen de salir”, expresó Andrés Manuel en el video. Uno de los argumentos del mandatario nacional para no tenerle miedo a la pandemia y, por ende, no observar las medidas de prevención con tanto rigor es el hecho de cómo los mexicanos son una especie de etnia fuerte capaz de resistir estos embates “y otros” vividos en el pasado. El presidente López Obrador expresó en una conferencia Mañanera que nuestro escudo es la honestidad y él en lo personal tenía unas estampitas del Corazón de Jesús como un detente a la pandemia. Otro ejemplo de esta postura como acción de gobierno es el de su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Luis Ebrard Casaubón, quien dijo contar con un trébol de la suerte y por eso no se cerraría los aeropuertos a los vuelos internacionales; es decir, los aeropuertos como centros de contagio demostrados en otros países, quienes sí los cerraron al tráfico internacional, en México no se requiere esa protección gracias al trébol de Marcelo. Levantando las cejas dijo el integrante del equipo para combatir los contagios en Oaxaca: “¿Así cómo va a hacer caso la gente, si su líder no toma con seriedad la epidemia? Sería un chiste muy gracioso todo, si no fueran tan trágicas las consecuencias”, remató.

GIRO DE 90 GRADOS, TIRANDO EN BREVE A 180

Cinco días después de declarar el presidente “…no dejen de salir, apenas estamos en la primera fase. No hacemos nada bueno si paramos sin ton ni son”, el viernes 27 de marzo por la noche circuló desde sus redes un mensaje el cual sin lugar a duda, desconcertó a varios de los integrantes de sus huestes, quienes se habían lanzado al abismo de la indignidad rastrera y la ignominia por apoyarlo, como el diputado federal del PT, Gerardo Fernández Noroña y en Oaxaca el “luchador social” Flavio Sosa Villavicencio, autodenominados humanistas y en la realidad ciegos seguidores del Tlatoani, aunque éste emita ideas descabellas; prefirieron lanzarse Noroña y Flavio en contra de la sociedad por defender las ocurrencias o razones del presidente, por erróneas que fueran.

Pidió López Obrador en su nuevo video “no salir a las calles sin algo realmente necesario” para hacerlo. “Vamos a aguantar, vamos a mantener este retiro”, y alertó “si no nos retiramos a nuestras casas”, se nos van a disparar los casos de infección “y se nos van a saturar los hospitales”.

¡Apenas cuatro días después de llamar a la gente a seguir llevando su vida normal, gira su postura! Eso debe tener una consecuencia no solo social y política, sino hasta jurídica, porque el modelo de contagio no es un asunto de cuatro días para  parar la contaminación en la población, sino de semanas, de meses. Debió asumirse esa postura por parte del gobierno federal desde hace semanas. Pero si en febrero se permitió que se le vendieran a China miles de mascarillas para evitar el contagio, y luego en marzo se le recompraron por parte de México a un precio muy superior las mismas mascarillas, pues son indicadores de cómo están las cosas. Esas decisiones deben tener consecuencias, insisto. Están jugando con la salud de hijos, esposos, hermanos, abuelos, padres y madres.

Idéntico al caso del ministro de Inglaterra, ahora en México se lleva el mismo rumbo; a estas altura ya no importa si lo quieren convertir en un asunto político el propio gobierno, la oposición o los Hermanos Carreón. Harta hasta la nausea leer en Facebook y en Twetter a los perfiles falsos, y algunos muy identificados como John Ackerman y Abraham Mendieta, machacando con temas políticos las decisiones y los yerros sobre la pandemia; peor aún los castrantes comparativos con gobiernos anteriores, sobre todo el de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. El llamado urgente es atender las prevenciones planteadas, bajo pena de continuar siguiendo la ruta inglesa. Basta revisar las cifras del Reino Unido, España e Italia. Claudia Sheinbaum informó este domingo 12 de abril que el número de entubados por Coronavirus en la Ciudad de México pasó de 128 a 265 en 10 días. Salir o no salir, la cuestión es NO SALIR.

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