¿Qué hacemos los Magistrados?: Moisés Molina

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La piedra angular de nuestra democracia, constitucionalmente concebida como sistema de vida, es el estado de derecho.

La historia nos ha enseñado que la debacle de las civilizaciones comienza con el desprecio por los valores que dan origen a las leyes, haciendo que estas  dejen de observarse.

El Poder Judicial no es solamente uno de los garantes del equilibrio de poderes y de los necesarios contrapesos.

Las magistradas y magistrados, y las juezas y jueces  somos garantes del respeto a la ley, y como tales, del estado de derecho.

Las salas y el pleno de nuestro alto Tribunal no son solamente, como comúnmente se piensa, un tribunal de alzada que dirime las controversias que suscitan las resoluciones de la primera instancia judicial.

El artículo 105 de nuestra Constitución local lo explica claramente, cuando estipula que:

“El Tribunal Superior de Justicia funcionará en Pleno o en Salas y tendrá las siguientes facultades y atribuciones:

I.- Garantizar la supremacía y control de esta Constitución;

II.- Proteger y salvaguardar los derechos humanos y garantías individuales reconocidos en esta Constitución.

La paradigmática reforma constitucional federal de 2011 y la local de 2015 han hecho que el papel de las magistradas y magistrados no sea ya eminentemente jurídico y legalista, sino también político, en el más técnico de los sentidos.

A lo lago de mi vida he aprendido que la política es el arte de hacer posible lo deseable.

Y ninguna actividad transforma tanto la vida de la gente en lo individual y en lo colectivo como la defensa, garantía, salvaguarda y promoción de los derechos humanos.

Con total y pleno respeto a los valores que consagra el Código de Ética del Poder Judicial del Estado de Oaxaca, las y los magistrados somos activistas que, en la lucha por el respeto a los derechos humanos, aplicamos e interpretamos indistintamente la ley anteponiendo siempre el principio Pro Persona y el control de la constitucionalidad y de la convencionalidad.

Hay que garantizar, hacer respetar y promover los derechos humanos de todos, pero urgente y especialmente los de los más desprotegidos histórica y culturalmente: las mujeres; las niñas, niños y adolescentes; las personas con discapacidad y los pueblos y comunidades indígenas, sobre todo en un estado como el nuestro.

Las y los Magistrados del Tribunal Superior de Justicia trabajamos para que el derecho humano, constitucionalmente garantizado, de acceso a la justicia sea una realidad.

La lucha contra el acoso laboral, el feminicidio, el hostigamiento y acoso sexual, la tortura, la violencia familiar e intrafamiliar y la violencia sexual pasa, en el ámbito de su competencia y atribuciones, por el quehacer de las magistradas y los magistrados.

Hoy en Oaxaca necesitamos trabajar mucho para que el Interés Superior de la Niñez sea un principio constitucional que se convierta en práctica de vida.

Nuestras sociedades hoy lloran por varios ojos, pero Oaxaca lloran más por las mujeres, las niñas, los niños y los adolescentes.

El compromiso institucional, la eficiencia, la prudencia, la responsabilidad, la transparencia, la honestidad, el secreto profesional, la excelencia, la objetividad, la imparcialidad, el profesionalismo, la independencia, la justicia y equidad, y la prudencia judicial son principios y valores prescritos por el Código de Ética del Poder Judicial del Estado que deben estar presentes en cada resolución y en cada acto de la magistratura.

Por lo que a mí toca, nací en Oaxaca, he vivido toda mi vida en Oaxaca, me formé en la abogacía en la mejor universidad de Oaxaca que es la UABJO y procuré honrar siempre el tiempo y la paciencia de mis maestras y maestros con las mejores calificaciones.

Ellas y ellos me acompañan hoy en el Pleno del Tribunal Superior de Justicia.

Hoy soy padre de un hermoso niño de 5 años que es mi mayor inspiración.

Y con frecuencia, ahora más que antes, viene a mi mente el último mandamiento del decálogo que a los abogados nos dejó Don Eduardo J. Couture:

“Ama a tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.

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