Rumbo a una elección interna para relevarsu dirección nacional, el PRI se está encontrando con la amargarealidad de que no es un partido político formal, su fuerza ha dependido de su cercaníaal poder presidencial y en sus bases noexisten militantes ideológicos, de clase o burocráticos sino simplemente beneficiarios.
La revisiónde la historia del PRI permite llegar a una conclusión: si no ha sido nunca un partido político formal sino un aparatode poder, menos ha podido construir una base de militantes porque nació desde el poder como apéndicedel poder.
El PRI es un partido de priístas y organizaciones beneficiariasdel poder. Los que se ostentan como militantesson primero partede organizaciones del sector popular, porque los obreros y campesinos en teoríamilitan a través de la CTM y de la CNC. Y todos los miembros del sector popular quieren cargos, no potenciar un partido de la sociedad.
Como se están revelando las cosas, el PRI está acumulando datos de que carecede militantes; el padrón, que dicen que en sus mejores tiempos llegó a tener 20millones de afilados víasectores corporativos, difícilmente llega a 5 millones.
Si los sectores obreros y campesino están desmanteladosy el sector popular perdióa las organizaciones de profesionistas, entonces la militancia se reduce a unos cuantos milesde priístas, aunque en la realidad su supuesto priísmo nose prueba en una propuesta ideológica, programática, de gobierno o de liderazgos, sino en función de votar por quienes les beneficiaráncon cargos, posiciones o presupuestos.
La peorrealidad del PRI saltó el 1 de julio del 2018, aunque los priístas aún noestán analizando ese dato: los priístas que lo eran como beneficiariosde programas y asignaciones se pasarona Morena porque el ciclo neoliberal 1983-2018 hubo una separaciónde bases y dirigencia y el Estado neoliberal salinista como Estado autónomode la sociedad redujo al mínimo sus asistencialismos.
Morena, en cambio, está reproduciendoel modelo del PRI de fortalecerse con bases electorales que votaron y votarán como beneficiariosde programas sociales de dinero regalado y entregado de manera directa.
Por eso los dos candidatos que exigen abrir la votación a la base militantese están encontrando que el padrón priísta sólo registra los últimospriístas que buscan programas y cargos. Y extraña su conversión democrática porque como gobernadores de Yucatán y Oaxaca manejaronal PRI local y se movieron en el nacional exactamente como lo está haciendo la actual presidencia Claudia Ruiz-Massieu Salinas de Gortari: como estructura de poder, nocomo militantes sentimentales que creen que el PRI es un partido social.
La mayorvotación priísta en número de sufragios la logró Peña Nieto en 2012 con 19.2millones de votos, de los cuales 3.2 millones fueron del Verde; y Peña hundió al PRI en 2016 perdiendo gubernaturas y llevando a su candidato no-priísta a sucesor presidencial a una votación de 7.6 millones de votos sólo como PRI. En voto efectivo como partido, el PRI perdió8.3 millones de votos, y no por deslealtad sino porque los de enfrente, Morena, le daban más.
Peña abusódel PRI: puso a su incondicional César Camacho, luego a un Manlio Fabio Beltrones atadode manos, después al más mediocrede los dirigentes Enrique Ochoa Reza y finalmente a la asustadizaClaudia Ruiz-Massieu Salinas de Gortari.
Ahí, ante el uso abusivodel PRI para los planes de Peña Nieto, debió de haber brincadola militancia. Pero esas bases y los hoy aspirantes rebeldes nadahicieron para frenar la debacle del PRI con Peña Nieto porque no les interesaba el PRI sino los beneficiosasistencialistas reducidos.
La única posibilidad de marcar un regresodel PRI a la lucha por el poder nose localiza en la inexistente militancia, sino en la reconstrucción de un nuevo bloquede poder con los grupos afectados por la política asistencialista morenista del presidente López Obrador. Aquí se ha escrito que los dos únicoscon posibilidades de rehacer al PRI son José Narro Robles por su representacióndel aplastado grupo político de Peña Nieto y Alejandro Moreno Cárdenas Alitoa través de una coalición dominantede jefes de los grupos priístas internos y aliados externos desplazadospor el nuevo gobierno.
La militanciapriísta ya está en Morena.
Y las mujeres también. Algunas encuestas han abierto la indagatoria no sólo sobre los políticos en altos mandos, sino sobre sus esposas. La última de Arias Consultores reveló que entre cinco esposas de gobernadores sólo hay una priísta y cuatro panistas. A la mitad del sexenio local la esposa del gobernador sinaloense Quirino Ordaz Coppel, Rosy Fuentes de Ordaz, acapara la aprobación con 63.1%. Las tres restantes son de políticos panistas fuertes: Querétaro, Tamaulipas, Yucatán y Aguascalientes, lo cual no es menor reconocimiento. La base de la indagatoria está en el trabajo social.
Política para dummies: La política es saber entender la realidad como es, no como quisieran muchos que fuera.