PRI: ¿es posible otra corriente democrática?: Raúl Castellanos

no me veras

Siempre he sostenido que, en la mayor fortaleza del partido fundado por Don Plutarco que es su sentido de unidad a rajatabla, se encuentra su mayor debilidad. Desde siempre, al llegar el momento de definir a su candidato presidencial, los intereses se contraponen; las pasiones y ambiciones suelen desbordarse. En contraparte, la falta de visión histórica de quienes llegados al poder sólo alientan intereses mediáticos, de grupo o excluyentes; ha llevado al PRI a sus mayores crisis internas, a perder el poder y al día de hoy a enfrentar –nuevamente- la posibilidad de ser desplazado de la “Silla de Krauze” –versión Peña FIL de Guadalajara-.

El 25 de julio de 1939, siendo comandante de la Zona Militar de Nuevo León, Juan Andreu Almazán se postuló para disputarle la Presidencia de la República a Manuel Ávila Camacho, el candidato oficial que contaba con la bendición del General Lázaro Cárdenas; para ello, ya en la disidencia fue arropado por el Partido Revolucionario de Unificación Nacional, el Laborista Mexicano e incluso –las alianzas contra natura no son nuevas- por Acción Nacional –de reciente creación en aquella época- ; la campaña estuvo plagada de incidentes violentos. El 7 de julio de 1940, día de las elecciones, cuentan algunas crónicas, con la anuencia del Presidente en turno, “cientos de personas comandadas por Gonzalo N. Santos boicotearon casillas en la Ciudad de México, rafageando con ametralladoras a los seguidores de Andreu Almazán”; semanas después el Colegio Electoral declaró ganador a Ávila Camacho con el 93.89% de la votación; a Andreu Almazán le reconocieron el 5.72%; de inmediato surgió el reclamo de fraude electoral y muy en el estilo del momento se especuló con un levantamiento armado, que no prosperó.

Para las siguientes definiciones del candidato presidencial y seguro inquilino de Palacio Nacional, el mal ejemplo cundió. En 1945-1946 se insubordinó Ezequiel Padilla; en 1951-1952 Miguel Henríquez Guzmán; sin embargo ya para entonces se hizo valer el peso específico del partido “único”; los seguidores de ambos fueron reducidos con buenas y “malas” razones; y a partir de entonces entramos en la época del dedazo; tiempos en que todos se alineaban y había dentro del partido un sistema no escrito de compensaciones para los perdedores; la transición de Ruiz Cortines a López Mateos fue tersa; la de Gustavo Díaz Ordaz, paradójicamente fue de las de mayor consenso; por supuesto al interior del Gabinete y del partido los “juegos palaciegos” eran intensos y nunca faltaron los golpes bajos; la candidatura de Luis Echeverría surgió en un contexto inédito derivado del Movimiento Estudiantil del 68; la de López Portillo, se comenzó a construir desde los tiempos de sus correrías juveniles con su amigo Luis, quien luego sería su adversario puntual; similitudes de la historia, aunque con finales diferentes, con la relación de Carlos Salinas y Manuel Camacho que igual terminaron combatiéndose; Miguel de la Madrid, aprovechó con inteligencia sus conocimientos financieros pero sobre todo la cercanía con el “orgullo de su nepotismo” –de López Portillo- y con quien en ese momento era su pareja sentimental.

Las cosas se complicaron para el PRI en el 88; de pronto comenzó a surgir un movimiento que no sólo se oponía a la posible candidatura presidencial de Carlos Salinas; sino que además contaba con dos elementos adicionales; su puntual y razonado cuestionamiento a la implantación del neoliberalismo como forma de vida económica y social, en un escenario de devaluaciones y crisis humanitaria derivada del terremoto del 85; y el peso político, moral, intelectual e incluso histórico de quienes encabezaban el movimiento, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Carlos Tello, Janitzio Mujica, Leonel Durán entre otros; el 1 de octubre de 1986 dieron a conocer un primer documento de trabajo; en él se asumían como Movimiento de Renovación Democrática, que tiempo después se convirtió en la Corriente Democrática; ahí planteaban “Nos mueve el reclamo de una sociedad que acusa signos de desesperanza consternada por la creciente sangría que representa la carga de la deuda externa y sus efectos sobre sus niveles de vida; acosada por la inflación, el desempleo, el libertinaje en los precios, el deterioro constante del salario, la injusta remuneración al esfuerzo de los trabajadores del campo y la ciudad”. En un apartado más se referían a la dependencia externa, al tema electoral y la necesidad de abrir espacios más amplios de participación.

A partir de ese momento, la descalificación fue el signo distintivo de la respuesta “oficial” desde el partido y las esferas de gobierno; González Pedrero les advirtió “se doblegan o se van a otra parte”; Rodríguez Alcaine dijo “se trata de un grupo que con sus complejos de ayer trata de rehacer su vida política”; la culminación llegó en la Trece Asamblea Nacional, Jorge de la Vega se les fue a la yugular “No toleraremos que se invoque la democracia que practicamos para trastocar nuestra actividad partidista. Desde esta gran Asamblea decimos a todos los que de aquí en adelante no quieran respetar la voluntad de la inmensa mayoría de los priistas, que renuncien a nuestro partido y que busquen su afiliación en otras organizaciones políticas”. ¿Qué pasó? Se fueron, crearon el FDN –Frente Democrático Nacional-; Cárdenas fue candidato a la presidencia y finalmente, gracias a la traición del PAN que pactó validar el fraude electoral, el PRI mantuvo el poder.

En este contexto, frente al evidente empoderamiento de un grupo que pretende definir a su manera la candidatura presidencial del PRI, la cercanía de una Asamblea Nacional cuya agenda no se conoce y sobre todo ante la errática conducción de asuntos nacionales del primer priista de México; priistas de diferentes orígenes se han pronunciado porque el candidato presidencial se defina en una consulta directa a las bases; sólo ello es el principal reclamo. Uno de los principales convocantes concluyó “si hay oídos sordos repensaremos qué vamos a hacer, somos muchos los que estamos hasta la madre de seguir perdiendo el prestigio del PRI”. La respuesta vino por parte del “líder” de la CNOP Arturo Zamora “son políticos de café que se reunieron a criticar y a dañar a nuestro partido. No representan al priismo nacional, sobre todo porque sus palabras están expresadas desde la frustración”.

Por lo que se advierte al día de hoy, dos matices son válidos: se requiere de mucho más para que vuelva a surgir otra Corriente Democrática dentro del PRI, con propuestas de fondo, como en el 88; y, qué lástima que los “dirigentes” como el señor Zamora, luzcan tan pobre nivel en el debate. El “Nuevo PRI a la usanza del Viejo PRI” siguen sin aprender de la historia.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh

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