El inicio del año 2020, fin de la segunda década o inicio de la tercera según la perspectiva, bien entrado el siglo XXI en todo caso, debe ser ocasión para reflexionar sobre los grandes retos mundiales, regionales y nacionales, más allá de fronteras, ideologías, modelos económicos y sistemas políticos. La pobreza, desigualdad y, desde fines del siglo pasado, el calentamiento global siguen siendo las grandes asignaturas pendientes.
Llama la atención, y debiera suscitar indignación, que en un mundo interconectado y global, con comunicación instantánea desde cualquier punto del globo, todavía haya más de 735 millones de personas viviendo con menos de 1.90 dólar por día, según el Banco Mundial; además, que 2 mil 200 millones de individuos no cuenten con servicios de agua potable, 4 mil 200 millones de habitantes no tengan servicios de saneamiento (drenaje) y que 3 mil millones carezcan de instalaciones básicas, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De manera especial debe ser materia de preocupación compartida, y de ocupación universal, el hecho de que a casi un siglo (1928) del descubrimiento del antibiótico de la penicilina por Alexander Fleming, y del uso intensivo de las vacunas a nivel global, todavía no se hayan erradicado enfermedades letales como la tuberculosis, difteria, varicela, rotavirus, tos ferina, las hepatitis A y B y la influenza, y que al menos 400 millones de habitantes no tengan acceso a servicios básicos de salud, y 40 por ciento de la población mundial carezca de protección social.
También es muy grave que, justo cuando el ser humano multiplica su conocimiento del enorme espacio cósmico y se esté planteando la conquista de otros planetas, siga habiendo 793 millones de personas sin acceso a la educación escolarizada y formal y, por lo tanto, sin la oportunidad de aprender a leer y a escribir.
En materia de desigualdad, no deja de ser oprobioso que mientras uno por ciento de la población mundial de mayor ingreso haya incrementado en promedio 16 por ciento anualmente sus percepciones los últimos 10 años, quienes están en la base de la pirámide, sólo lo hayan aumentado 2 por ciento al año, según el informe Oxfam 2019.
En esta tendencia a la desigualdad, hay corporaciones privadas con mayores activos económicos y financieros que países enteros, tales como Amazon y Apple. Otro dato, la multinacional Walmart en 2018 obtuvo ganancias por el orden de los 468 millones de dólares, cifra superior al producto interno bruto de Bélgica, la sexta economía de la zona euro.
Los retos regionales son mayores. Según el último informe anual de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), los últimos seis años, periodo 2014-2019, fueron los de menor crecimiento para la región en las últimas siete décadas; en 2019, sólo 0.1 por ciento, prácticamente un estado de estancamiento, y una proyección de crecimiento de sólo 1.3 por ciento para 2020.
Esto significa, según el estudio estadístico, una desaceleración tendencial de la actividad económica, con una disminución del PIB per cápita, caída de la inversión, baja en el consumo per cápita, menores exportaciones y un sostenido deterioro de la calidad del empleo, la informalidad laboral
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De manera desglosada, 23 de 33 países de América Latina y el Caribe presentaron una desaceleración de su crecimiento en 2019, mientras que 10 tuvieron un modesto crecimiento de uno por ciento.
En México en particular, 2020 se vislumbra con mejores perspectivas económicas, luego de la firma de los gobiernos al T-MEC y la inminente ratificación por parte de los congresos de México, Estados Unidos y Canadá, un instrumento que le da certeza de largo plazo a las inversiones en los tres países de la región, especialmente en el nuestro.
Un dato duro que no puede desesTimarse es la fortaleza que sigue mostrando el motor de la exportación, mismo que ahora se verá consolidado: el año pasado, las exportaciones alcanzaron una cifra récord de 500 mil millones de dólares.
Además de que el núcleo del comercio exterior, paulatinamente, han dejado de ser las materias primas, específicamente los hidrocarburos y los minerales, y se han incrementado los productos que tienen importante valor agregado, como la industria automotriz, la electrónica, la computación y los llamados dispositivos inteligentes.
De esta manera, se espera que el producto interno bruto de México en 2020 alcance una cifra inusitada de 2.5 billones de dólares.
Sin embargo, el gran desafío sigue siendo el abatimiento sustancial de la pobreza, pues México tiene 52 millones de pobres, según el Coneval en su informe 2018, y el Coeficiente Gini de la desigualdad sigue registrando un elevado 0.48, según el Banco Mundial. La prueba mayor de la política social está en la reducción de estas cifras, con el apalancamiento de una economía, ya la número 11 en tamaño del mundo, que hoy luce con mejores perspectivas. De lo macroeconómico tiene que transitarse a lo microeconómico.
Finalmente, el gran reto compartido seguirá siendo cumplir las metas del Acuerdo de París, suscrito en 2015, en materia de calentamiento global: evitar que la temperatura global suba más de 2 grados centígrados promedio respecto a la etapa preindustrial.
De nada serviría un crecimiento económico y aún mejores indicadores sociales en todos los países si el planeta, nuestra casa común, se pone en riesgo: la última década la temperatura promedio se elevó más que en cualquier otro periodo del que se tenga registro.
Preservar un mundo habitable es responsabilidad de todos.
* Presidente de la Fundación Colosio
La Jornada