En el marco del 47 Periodo de sesiones de la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Cancún, Quintana Roo, México, en la que nuestro País encabeza una propuesta de resolución en torno a la situación que enfrenta nuestra hermana República Bolivariana de Venezuela y que se está manifestando a través de una fuerte crisis socio-política; quiero externar mi opinión al respecto, sin que ello represente de ninguna manera una postura que vulnere las atribuciones del Estado Mexicano, en materia de política exterior.
Como parte de los eventos temáticos previos a las Asambleas de la OEA, se convocó a una Sesión Especial de Ministros del Exterior para el caso Venezuela, el pasado 19 de junio, donde México encabezó una propuesta de resolución en la que, entre otras cosas, condena la situación en esa nación, solicita se convoque a elecciones y conmina a un diálogo entre el gobierno y la oposición; misma que fue rechazada por haberla percibido como una violación a la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela.
Es importante recalcar que ante la tensión que existe entre la OEA y Venezuela desde hace meses, este país ha externado su interés por salir de dicha organización, debido a que, según han manifestado representantes del gobierno venezolano, ésta sólo sirve a intereses del Presidente de Estados Unidos de Norteamérica, afirmaciones que no están aisladas de la realidad, pues la Canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, fue tajante al aseverar que Donald Trump declaró que la OEA es el medio ideal para derrocar al Presidente Nicolás Maduro.
Ahora bien, retomando la situación actual y sin perder de vista el derecho de los estados soberanos a resolver sus problemáticas sin intervención externa; el Estado Mexicano debe actuar con mesura y, en este sentido, en lugar de promover medidas condenatorias hacia problemáticas externas, debe asumir una actitud autocrítica ante conflictos nacionales de alto impacto político, social, económico y hasta ambiental, para ejemplificar la dimensión de nuestras responsabilidades, mencionaré sólo algunos, como: elevados niveles de corrupción, pobreza extrema, violencia, el crimen organizado que cada día rebasa la capacidad institucional y elecciones de estado ¿Cómo podemos pedir diálogo entre gobierno y oposición, cuando estamos en una nación en la que, de acuerdo a fuentes internacionales como “The New York Times”, se espía a activistas y periodistas no alineados al régimen establecido por el partido gobernante?
Resulta incongruente y hasta ofensivo, pedir a otro país el desarrollo de procesos democráticos, cuando acabamos de vivir elecciones de Estado, como lo fue la viciada jornada electoral del pasado 04 de junio en el Estado de México, donde se declaró ganador a un familiar del presidente de la República. Es a todas luces alarmante, que nuestro país intervenga en asuntos de seguridad interior de Venezuela, cuando nuestra casa que es todo el territorio nacional, presenta elevados índices de violencia, similares incluso a los que registran países en guerra abierta, como Siria, según estadísticas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).
Considero prudente atender las palabras vertidas por los representantes de la República Bolivariana de Venezuela, en el sentido de que “si se desea brindar ayuda a Venezuela, pregunten en qué requiere que se le ayude”, conforme a los mecanismos de derecho internacional, es decir, a través de las vías diplomáticas e institucionales existentes, pues posturas como las mencionadas, nos alejan del anhelado sueño de Simón Bolívar, el Libertador de América, de un continente unido; aspiración cada vez más amenazada por los desacuerdos, especialmente aquellos que observamos durante esta reunión de cancilleres.