En la elección del Estado de México a Morena se le reconocen un millón 786 mil 962 votos y al PRD un millón 031 mil 791 votos, el 30.81 por ciento y 17.79 por ciento, respectivamente, frente a este resultado surge una pregunta evidente, ¿es posible una alianza en 2018, entre estos dos partidos?
Para hurgar las posibilidades habrá que responder una pregunta previa, ¿por qué no fueron juntos en el Estado de México?
Las causas aparentes: días antes del día de la elección, el líder nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador llamó al PRD, PT y MC a sumarse a Morena y construir un triunfo inobjetable.
Su llamado fue escuchado por el PT, pero diversos liderazgos del PRD juzgaron ese llamado extemporáneo y hasta ofensivo, pues el proceso electoral ya estaba por concluir y sólo se les llamaba a sumarse, sin negociación previa.
Lo cierto es que se dieron contactos y se construyeron posibles bases de acuerdo, pero el PRD no aceptó transitar por este camino.
Las razones de fondo: el PRD en un proceso de evolución interna desarrolló la formación de corrientes, originalmente se consideraba que éstas expresarían la riqueza ideológica y política del partido, pero en pocos años se convirtieron en corporativos, clientelares y dentro de ellos, los corporativos más exitosos fueron los que lograron conseguir más recursos económicos, provenientes por lo regular de políticos del PRI, de gobernadores y altos funcionarios y a partir de estas prácticas se entra a la última etapa de la vida interna y externa del PRD.
Con los antivalores prevalecientes en esta modalidad partidaria, los militantes pasaron a ser clientelas, los consejeros "canicas", los órganos de dirección, parapetos de los líderes de las tribus más acaudaladas, los cuadros políticos, empleados, y el emblema del éxito lo representan personajes como los gobernadores de Michoacán, Morelos o de la Ciudad de México, serviles hasta el exceso con el poder Ejecutivo.
Los principios, olvidados, los estatutos, letra muerta, el programa, manejado a conveniencia de acuerdo a los intereses de grupo.
En este contexto se da la elección del Estado de México en éste 2017, aunque no se acepte de manera explícita, los perredistas están claros que con la salida de Andrés Manuel, inició una etapa de achicamiento partidario, pero lejos de aceptar y corregir las causas -que es la corrupción, el alejamiento de los principios y abandono de las políticas que dieron origen al partido, la penetración económica, ideológica y política de otros partidos, específicamente del PRI y PAN, y el colaboracionismo con Peña Nieto que los llevó a firmar el Pacto Contra México-, han preferido de manera general el expediente fácil de culpar a Andrés Manuel López Obrador de sus desgracias y ocultar que la ruptura hacia Morena a calado hondo, por el alto grado de descomposición que sufre ese partido.
En este contexto, se pueden señalar tres orientaciones que prevalecen en el PRD:
1.- Los que ven como tabla de salvación la alianza con el PAN, sacrificando el perfil de izquierda que hasta la fecha mantenían, y asumir claramente una cara de pragmatismo desideologizado, que pondría en el centro de su quehacer la sobrevivencia partidaria, una réplica del Partido Verde, pero al servicio del PAN. En esta línea estaría Nueva Izquierda y Galileos.
2.- Los que prefieren la alianza con el PRI, igualmente pragmáticos y dispuestos a asumir la política como negocio, aún y cuando puedan tener un discurso-coartada con referencias de izquierda, una especie de Antorcha Campesina Amarilla, pero por lo pronto, conscientes de que la mejor forma de cotizarse como aliados del PRI, es presentarse como diferentes al PRI, está es la orientación de ADN.
3.- Y un último grupo disperso, que por distintos motivos, asume la decisión de apoyar para el 2018 a Andrés Manuel López Obrador. Esta expresión teniendo amplia presencia en lo que queda de base militante, carece o tiene una muy débil presencia y nulo peso en la dirección real, en donde se toman las decisiones del PRD.
Juan Zepeda, pertenece al segundo grupo, a ADN, dirigido unipersonalmente por Héctor Bautista.
La alianza de esta "tribu" con el PRI se fue construyendo a través de muchos años y existen innumerables capítulos que hablan de esta relación, de apoyo mutuo y dependencia política y económica de este grupo perredista, con los distintos gobernadores del PRI en Estado de México.
Después de valorar diversas posibilidades, Bautista y Zepeda, rompieron compromisos y acercamientos con otras "tribus" y prefirieron los caminos ya conocidos. Para ello enfrentaron a Nueva Izquierda (NI); se impusieron con la complicidad de Barrales en la contienda interna; anularon la candidatura de Javier Salinas, quien denunciaba el contubernio ADN-PRI y nombraron a Juan Zepeda como su candidato, con el objetivo central de restar votos a Morena, a cambio recibirían fuerte apoyo económico, respaldo de los medios de difusión oficiales y el apoyo del PRI para mantenerse en el gobierno de Nezahualcóyotl.
El gasto de campaña del candidato de ADN y el trato dispensado por televisoras y comentaristas oficiales, ratifican plenamente la veracidad de ese compromiso.
De la noche a la mañana al puro estilo de Televisa, se fabricó al buen "salvaje electoral". Esta empresa ya ha hecho de "estrellitas" de su canal a primeras damas del país y estatales, ahora lo haría al revés, el político del barrio pasa a ser una especie del "Vítor Rockero”. Lo promueve como una gran promesa, que en un descuido, igual que en el hipódromo "alcanza y gana".
La recuperación electoral en Estado de México, que tanto presume Barrales y Zepeda, efectivamente se logra sin la alianza con otros partidos, como en el pasado se hizo con el PT y MC, pero si con la protección y recursos del PRI y Televisa. Su resultado es un porcentaje hecho de espuma, a la sombra de la protección oficial.
La coartada principal para no confluir en una causa común con Morena, dicen, fue la forma soberbia en la que fueron invitados. Y aquí cabe el señalamiento, ¿desde cuándo se priorizan las formas o se requiere una comedida invitación para combatir a un enemigo que se supone, común? El PRI por su largo historial de agravios al pueblo de México, es un enemigo natural de toda la izquierda y movimientos progresistas, con independencia de matices o divergencias, pero en este caso, el candidato perredista puso en el centro lo secundario y objetivamente contribuyó a dar un respiro a la peor calamidad que sufre la nación, la continuidad en el poder del PRI y la secuela de perjuicios que esto representa.
¿Borrón y cuenta nueva y nos vamos en alianza?
La descomposición que vive el PRD corresponde a causas profundas, que tienen en el centro su dependencia de los partidos históricos de la derecha, por interés o mezquindad no han enfrentado el diagnóstico de su propia realidad, han preferido culpar a otros de su profunda involución, hay una ausencia total de autocrítica y de medidas correctivas.
Entre los mismos grupos internos, los golpes bajos, traiciones y utilización de aliados externos, para dirimir sus confrontaciones, están a la orden del día.
Un alianza con el PRD es altamente insegura, el voto diferenciado, el contubernio con el adversario, el sabotaje interno, el pago por evento, la simulación, el fuego amigo, sus vínculos con el poder, son prácticas cotidianas en un partido que ha perdido los más elementales valores de la izquierda.
En México la definición más elemental, más básica de cualquier agrupación que se diga de izquierda o progresista, es la lucha contra el PRI.
El PRI representa decenas de años de sometimiento, antidemocracia, represión, abuso de poder, robo de la riqueza nacional, asesinatos, desaparecidos, persecución política, colusión con el crimen, privatización de los servicios públicos, impunidad y muchas prácticas más, lesivas para la nación.
De ahí que cuando se puede generar una derrota enorme al PRI en el Estado de México, el PRD decide ir a conseguir un tercer lugar irrelevante para la contienda, ocultando su motivación real, obtener beneficios económicos y políticos para su grupo. Su decisión es una traición a México, no a Morena, no a Andrés Manuel, lo que estaba y está en juego es el destino de la nación, de millones de mexicanos y ADN decide colaborar con los enemigos históricos del pueblo. Si han traicionado principios y la más elemental congruencia, en el supuesto de una alianza con ellos ¿qué garantía tendría AMLO de no ser traicionado?
Con los militantes del PRD que mantienen una definición progresista y congruente, es necesario construir puentes que permitan bajo modalidades diversas, avanzar en unidad de acción, frente a un enemigo que ha demostrado que es capaz de todo para continuar en el poder, sirviéndose de éste para el beneficio de las pequeñas élites, que en estos tiempos se han apoderado de la nación.
José Antonio Rueda es asesor de la Secretaria General de MORENA, Yeidckol Polevnsky. Fue miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PRD en cuatro ocasiones y presidente del Comité para la Reforma del PRD. El año pasado, fue coordinador general de la campaña del candidato de MORENA a la gubernatura del Estado de Oaxaca, Salomón Jara Cruz.