Los debates sobre la configuración real y formal de la Guardia Nacional servirán para la construcción de otro cuerpo operativo contra la inseguridad; sin embargo, la clave para abatir al crimen organizado y desorganizado se encuentra en un territorio abandonado por el Estado o usado para menesteres políticos de facciones: la inteligencia como acopio y procesamiento de información.
El error de todos los gobiernos posteriores a la crisis del 68 e incluyendo al de López Obrador consiste en el enfoque ingenuo sobre los enemigos del Estado: sólo el pueblo salva al pueblo; pero el pueblo, sin el dominio ideológico de los valores sociales de la Revolución Mexicana, se volvió mezquino, para decir lo menos.
El Estado debe seguir siendo el factor de equilibrio social, pero al mismo tiempo prepararse para combatir a organizaciones sin reglas ni escrúpulos en todos los niveles de la criminalidad. La ofensiva contra los huachicoleros es un ejemplo: el gobierno cerró la válvula del producto, pero afectó a la sociedad consumidora de gasolinas y de paso no se ha decidido a procesar a las decenas de bandas y sus protectores políticos y económicos. La razón: el gobierno desconoce esa organización criminal como estructura de poder.
La Guardia Nacional debe ser una cuarta parte de la estructura de seguridad del Estado; otras dos son igualmente importantes: la estructura militar operativa y la estructura civil-política; pero la cuarta es decisiva: la inteligencia como acopio y procesamiento de información criminal, civil y política de los adversarios o enemigos del Estado.
La estrategia de seguridad de López Obrador se ha centrado en la GN y cometió el error de someterla a consenso social y legislativo donde predomina una mayoría anti sistema y anti Estado. Salga lo que salga esta semana en la Cámara de Diputados sobre la GN, la estructura de la Guardia estará acotada por los remiendos.
La única posibilidad de que el gobierno lopezobradorista logre abatir al crimen organizado y desorganizado será con una estructura de inteligencia. El Centro de Información y Seguridad Nacional (CISEN) fue un organismo maldito del gobierno, todos lo usaban y nadie le daba su utilidad real. El gobierno de López Obrador lo desmanteló y lo redujo a Centro Nacional de Inteligencia (CNI) adscrito a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, o sea, a labores policiacas.
Las organizaciones criminales organizadas y desorganizadas son bandas que luchan contra el Estado. Y en el caso de los huachicoleros, el CNI retrocedió del espacio político de Gobernación al policiaco de la Secretaría de Seguridad y se le entregó al general Audomaro Martínez Zapata, un militar ya distante de las doctrinas de seguridad del ejército y del Estado y sometido al control del presidente López Obrador. Su principal contradicción radica en asumir las tareas del CISEN-Gobernación para la seguridad del Estado, pero como CNI-SSPC para acotadas tareas de seguridad pública.
La nueva política de seguridad carece de una estructura de centralización de políticas y decisiones. Es decir, se trata de una estrategia que no es estrategia.
En el fondo, la crisis de seguridad, el debilitamiento del Estado, la complicidad institucional con las bandas criminales, los acotamientos a la respuesta gubernamental de seguridad y los miedos a efectos colaterales civiles han creado limitaciones a la política gubernamental de seguridad y han beneficiado a los criminales.
A México le llegó la hora de profesionalizar su seguridad. Hace falta un Consejo de Seguridad Nacional, una Agencia Central de Inteligencia, una Agencia de Seguridad Nacional y, sobre todo, como en los EE. UU., una Dirección Nacional de Inteligencia que coordina a las 17 oficinas civiles y militares que conforman la oficialmente conocida comunidad de inteligencia.
En México existen varias oficinas de inteligencia: la militar, la naval, la aérea, la policiaca, la política y la financiera, pero persiste la carencia de una oficina que centralice la información. Todos los presidentes le han tenido miedo a la centralización de las labores de inteligencia, pero esos temores han llevado a la ausencia de información para la seguridad del Estado. La inteligencia política de Gobernación fue destruida por Manuel Bartlett como secretario de Gobernación, cuando la Federal de Seguridad se vio involucrada en el asesinato del columnista Manuel Buendía y, sobre todo, cuando sus jefes aparecieron protegiendo a los primeros cárteles del narcotráfico con credenciales de la DFS firmadas por el propio secretario de Gobernación.
De poco servirá la GN como Frankenstein civil-militar si no va acompañado de un servicio de inteligencia articulado. La actual Policía Federal y la Gendarmería han demostrado su incapacidad por quedarse en lo operativo por tener servicios ineficaces de inteligencia. Sin inteligencia, la GN será otra policía grandotota.
Política para dummies: La política es inteligencia como reflexión, pero es más inteligencia como acopio de información privilegiada.