Después de una elección en cualquier país que se precie de ser democrático, sea un régimen presidencialista o parlamentario, en sus resultados siempre hay lecturas, aristas y matices. La política jamás es una foto fija, diría uno de mis clásicos “no es un bosque de unicornios azules”; el ser político requiere de dos características fundamentales, a decir de otros clásicos, serenidad y carácter; una vida política no se agota en una elección, menos en la estridencia y la marrullería, en querer arrollar, ganar a cualquier costo. El tema viene al caso porque recién la semana pasada se celebraron elecciones extraordinarias en el Reino Unido. Al término de la jornada, ningún partido obtuvo la mayoría que le permitiera gobernar en solitario y con los márgenes amplios que da una mayoría parlamentaria.
Conocidos los resultados, ninguno de los líderes salió a gritar “¡Al ladrón! ¡Al ladrón!”; por el contrario, asumieron los resultados y sin estridencias salieron a plantear su visión. En este contexto, Jeremy Corbyn fijó su posición y la de su partido Laborista con un mensaje que puso el acento en los contrastes y de cara al futuro. Dijo “Quiero agradecer a cada una de las personas que votaron por el partido laborista el día de ayer. A los que votaron por primera vez, a los que siempre han votado por los Laboristas, a los Conservadores que optaron por votar por nuestro proyecto; cada voto por nosotros fue un voto por el cambio, un voto por nuestro país y un voto por la esperanza; Theresa May convocó a esta elección general por los intereses de su partido, no por los intereses de su país. Pensó que con el apoyo de los billonarios y las corporaciones podría dar por descontado tu voto, pero subestimó al partido Laborista y más importante te subestimó a ti. Ahora la Primera Ministra no tiene ninguna autoridad, los Conservadores no tienen mandato alguno para privatizaciones o recortes de cualquier índole, reducir el financiamiento a nuestras escuelas, ninguna legitimidad para despedir a un solo trabajador y categóricamente no tienen mandato alguno para recortar pensiones o quitarle el desayuno escolar a un solo niño. Asimismo, no tienen mandato para un Brexit agresivo, en lugar de un Brexit que priorice los empleos, el cual apoya el partido laborista. Mientras los conservadores apuestan por los recortes y el miedo, los Laboristas apostamos por ti y por tu familia; te ofrecemos esperanza verdadera, invertir en nuestras comunidades, hospitales, escuelas, seguridad y servicios de emergencia. Con tu ayuda, trabajando juntos, unidos por un objetivo común, podemos y lograremos construir una nación que funcione para la mayoría, no sólo para la élite”.
Como suele suceder, Theresa May cometió varios errores de cálculo imperdonables: convocó a elecciones anticipadas el pasado 18 de abril, confiando en que la mayoría heredada por David Cameron podría ampliarla para aumentar su tramo de control de cara a la negociación para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Partidaria de la permanencia en el referéndum que terminó con la carrera política de Cameron, al llegar al 10 de Downing Strett cambió su posición por la de negociar un Brexit duro; suponía que con una mayoría más amplia podría acompasar una política de ajustes compensatorios a la salida de la UE. Sin embargo, su promesa de campaña de un “liderazgo fuerte y estable”, paradójicamente mostró la peor faceta de May, insegura, contradictoria; apenas iniciada la campaña tuvo que dar marcha atrás en el programa propuesto –que a diferencia de como nosotros comprenderemos, en Inglaterra sí cuenta y es tomado en serio por los electores-, en particular de un pretendido “impuesto a la demencia” para cobrar a las familias la atención sociosanitaria de las personas mayores; otro yerro que le restó fue su negativa de acudir a un debate televisivo, al que ya Corbyn había asegurado su participación. Finalmente los ataques terroristas del 22 de mayo en Manchester y 3 de junio en Londres, subieron a la campaña el debate sobre la seguridad interior y los recortes a las fuerzas policiales aplicados por los sucesivos gobiernos conservadores, en los que May fue Ministra del Interior y en consecuencia responsable desde 2010 hasta 2016.
Contando al arranque de la campaña con una ventaja de entre 20 y 25 puntos, el derrumbe de los conservadores es histórico. Alcanzaron sólo 318 diputados de los 326 necesarios para ser mayoría absoluta. Para mantenerse al frente del gobierno, una vez que la Reina Isabel la autorizó a formarlo como manda el protocolo; May ha tenido que recurrir a formar un gobierno de minoría –que tiene menos alcance y compromisos que uno de Coalición- con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, que aportará sus 10 escaños; hoy se debatirá en la reunión de Gabinete los detalles del pacto con el DUP; pero ya desde el sábado comenzaron a rodar cabezas, para aminorar la presión interna Theresa May despidió a sus dos más cercanos asesores y Jefes de Gabinete, Nick Timothy y Fiona Hill, que comandaban su “War Room” –cuarto de guerra- desde que se desempeñaba al frente del Home Office –Ministerio del Interior-; a ellos se les responsabiliza de los dos colosales errores cometidos por May, adelantar las elecciones y el errático programa electoral que tronó al cuarto día. Si hay alguna forma de describir el fracaso, lo resume el ex futbolista Gary Lineker en un tuit “Creo que Theresa May se merece el autogol del año”.
En contraparte, Jeremy Corbyn, sobreviviente de una revuelta interna apenas en septiembre de 2016, sorprendió con una campaña que conectó con el electorado. Franco, directo, opositor radical a las medidas de austeridad en temas sociales, condujo a los laboristas a un repunte sin precedente, obteniendo 35 asientos en el Parlamento más de los que tenían. Según Al Jazeera, Corbyn incrementó el porcentaje de votación de su partido más que ningún otro líder desde 1945.
Corbyn ha herido –políticamente- en la yugular a Theresa May. De aquí a las próximas elecciones –que serán en tres años- ha posicionado al partido Laborista como el puntual y más beligerante opositor a la salida dura y abrupta de la Unión Europea. Al mismo tiempo, consolidó su liderazgo al interior de su partido y encareció (por no decir eliminó) la posibilidad de que Sadik Khan –Alcalde de Londres- se distraiga de gobernar la ciudad más vapuleada por el terrorismo en la actualidad para disputarle el liderazgo laborista.
Corbyn entendió que, ante la era de incertidumbre inaugurada por Donald Trump y el Brexit, hay que defender los principios ideológicos de los gobiernos democráticos. A diferencia de May, que limitó su campaña a defender de forma muy desafortunada, sin carisma, convicción o argumentos de fondo, el Brexit duro, dejando de lado las deudas del Estado británico para con las clases trabajadoras y medias. Ayer, George Osborne Director del diario Evening Standard la definió como una "muerta viviente". Un sondeo posterior a la elección a la pregunta "¿Quien seria mejor primer ministro?", arrojo un empate entre May y Corbyn en 39%.
Lecciones de la historia, de las que vale la pena tomar nota. En política también perdiendo se gana.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh