Hagamos el planeta grande de nuevo: Raúl Castellanos

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Sucedió lo predecible; lo esperado y ofertado desde la campaña, que ahora es cosa pública. Donald Trump, con argumentos económicos absurdos y totalmente refutables decidió –a su entender y manipulado por el ala más radical de su cuarto de guerra- romper con el “debilitante, desventajoso e injusto” Acuerdo de París contra el Cambio Climático. Apenas recién firmado el año pasado, sin plena vigencia y sin siquiera haber sido ratificado por el Senado Norteamericano; firmado por 195 países, dicho acuerdo alcanzado tras varios años de negociaciones es el más importante esfuerzo por reducir la emisión de gases efecto invernadero que están terminado con el equilibrio ambiental del planeta.

Ignorando todos los argumentos científicos que validan la lucha contra el más poderoso desafío de la humanidad, dando rienda suelta a su retórica aislacionista y xenófoba; no sólo hizo caso omiso de los llamados a la cordura de la ONU, de sus aliados –que cada vez lo son menos- de la Unión Europea, de la comunidad científica, incluso de grandes consorcios energéticos que en menor o mayor medida han adoptado normas y reglas para adaptarse a las nuevas condiciones, incluyendo el desarrollo de nuevas tecnologías menos contaminantes y de energías limpias; entre las que se cuentan las cuestionadas Exxon, Chevron, General Electric; nada contó, sólo el argumento de defender los “intereses nacionales”.

Como si se tratara de un gran triunfo político –supuestamente- derrotar a la humanidad, Trump argumentó “He cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido y esto sólo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de este país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a negociar otro favorable a Estados Unidos, pero que sea justo para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Pittsburgh, por delante de París”. Como si los tsunamis, los golpes de calor, los terremotos, las sequías, tuvieran fronteras o estuvieran sujetas a la producción de autos.

Sin embargo, lo sucedido no es novedad. En su libro “América Lisiada”, que le sirvió como programa de campaña, escribió “Acepto que el cambio climático esté causando algunos problemas: nos hace gastar miles de millones de dólares en desarrollar tecnologías que no necesitamos”. En la realidad, el argumento principal utilizado por Trump para salirse del Acuerdo de Paris es el mismo en que basó su rechazo al Acuerdo Transpacífico –TPP-; o por el cual pretende renegociar si no es que cancelar el TLCAN; el beneficio económico que supuestamente le redituará a Estados Unidos; en dos sentidos, ahorro de aportaciones y la libertad en el manejo y expansión de industrias, que en las condiciones actuales compiten en desventaja, así lo definió “este acuerdo tiene que ver poco con el clima y más con otros países sacando ventaja de Estados Unidos. Es un castigo para Estados Unidos. China Puede subir sus emisiones, frente a las restricciones que nos hemos impuesto. India puede redoblar su producción de carbón. Este Pacto debilita la economía estadounidense, redistribuye nuestra riqueza fuera y no nos permite utilizar todos nuestros recursos energéticos”. Concluyó.

Las reacciones de condena en todo el mudo no se hicieron esperar; Ángela Merkel, la Canciller Alemana, dijo “Lamento la decisión del Presidente de EEUU. A seguir con todas las fuerzas por una política global contra el cambio climático que proteja nuestra tierra”; posteriormente su portavoz indicó que tras el anuncio, la Canciller le llamó personalmente para manifestarle su desacuerdo, lamentar su decisión y subrayarle que Alemania se mantiene en el Acuerdo de París; en el mismo sentido se pronunciaron otros presidentes, incluyendo al Presidente Peña Nieto, que ratificó la permanencia en el acuerdo.

Quien mejor manejo la respuesta a la decisión de Trump fue el Presidente de Francia, Emmanuel Macron. Con un mensaje en francés e inglés, lo cual le dio un matiz internacionalista, rechazó la decisión y de paso invitó a los científicos e ingenieros estadounidenses a emigrar a Francia para continuar la lucha. Asimismo, aplicando la conseja de que en la guerra hay que utilizar la fuerza del adversario; Macron lanzó una convocatoria “MAKE THE PLANET GREAT AGAIN” -¡Hagamos el Planeta Grande de Nuevo!; redimensionando así el lema con que Trump conquistó el voto blanco y definitorio “Hagamos América grande de nuevo”.

No resulta descabellado afirmar que estamos siendo testigos del cambio geopolítico más radical desde la época de la posguerra. El aislacionismo impuesto por Donald Trump y su puñado de republicanos del siglo dieciocho, ha dilapidado el liderazgo de los Estados Unidos como Mariscal del mundo libre. Ante tal vacío, los espacios deben llenarse. Emmanuel Macron ha dado el paso al frente en un momento en el que ninguna otra figura tiene el empaque ni las condiciones para hacerlo: Justin Trudeau no puede antagonizar con Trump mientras no se resuelva la situación del TLC, Angela Merkel debe consolidar su legitimidad en las elecciones por venir, Theresa May pende de un hilo ante sus propias limitaciones –en una de esas Jeremy Corbyn nos regala la sorpresa de verano- e Italia está esperando el retorno del hijo pródigo Matteo Renzi.

Ante la evidente regresión de Trump, no queda de otra: ¡Hagamos el Planeta Grande de Nuevo!

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh

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