El dilema: crisis económica o virus; al final, las dos causaran estragos: Carlos Ramírez

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La estrategia presidencial quedó atrapada en el año económico perdido de 2019; ahora se trata de escoger entre mantener la actividad económica para atenuar un poco la recesión a costa de exponer a los ciudadanos al contagio por seguir su actividad en las calles o darle prioridad a la enfermedad y encerrar a las personas en sus casas a costa de profundizar la recesión inevitable.

Al final, en situaciones similares, no hay salvación, porque los dos flagelos de las pandemias –la enfermedad y la recesión– son inevitables. Lo malo para el gobierno federal radica en el hecho de que carece de programa económico anticrisis y de programa sanitario antivirus.

El ataque del coronavirus en México encontró una economía bastante débil de -0.1% en 2019 y con expectativas similares para 2020 antes de la pandemia. Y sin un programa económico de emergencia, el escenario para México no es el mejor posible: la expectativa sitúa el PIB mexicano en 2020 de -4% a -7%.

La dimensión mundial del coronavirus obligaba al gobierno mexicano a replantear toda su estrategia económica, política, social e internacional desde mediados de febrero, pero la decisión presidencial fue mantener el rumbo, esperar los efectos y reaccionar hasta después de los primeros estragos en fallecimientos. E, inclusive, algunos funcionarios estiman que la decisión gubernamental será mantener la misma estrategia hasta, por decir algo, tres mil fallecidos. El liderazgo presidencial buscará deslindar la pandemia y sus enfermos y fallecidos del camino económico y social planteado al iniciar el sexenio.

El enfoque gubernamental descansa en el modelo de la inevitabilidad de daños en situaciones de afectaciones similares. En España, los EE. UU., Francia e Italia no existen liderazgos presidenciales con sólida base social; pero en esos países, los primeros estrategos de la pandemia fueron similares a un tsunami. En México la pandemia ha llegado como en cámara lenta, pero nada asegura efectos negativos menores.

Hasta ayer lunes la capacidad de liderazgo del presidente López Obrador parecía sólida, pero los gobernantes locales no aguantaron las presiones sociales y las de las expectativas y adelantaron la paralización de actividades productivas justo cuando el presidente de la república alentaba a la población a no apanicarse y a salir a comer fuera de casa sin temer al virus.

Detrás de los jaloneos entre diferentes y a veces contradictorios enfoques gubernamentales federales y locales se localizan los dos principales problemas ajenos a los enfoques y localizados en el centro de la realidad mexicana: la salud y la economía, ambas hundidas en la crisis desde 1977. El Estado redujo su capacidad de atención a la salud y el dato mayor se localiza en el regreso de las enfermedades de la pobreza, sobre todo las gastrointestinales. Y en materia económica, el PIB promedio anual en el periodo 1983-2018 fue de apenas 2%, en tanto que el de 2019 cerró en -0.1% y se moverá en las expectativas epidémicas de -4% a -7%.

La decisión presidencial de no decretar un estado de emergencia desde hace tres semanas y seguir alentando la vida cotidiana como si el virus no estuviera aquí ha revelado la base social de López Obrador como expectativa para después de haber terminado a emergencia epidémica. Los puntos perdidos en los niveles de aprobación eran lógicos y venían dándose desde antes del ataque del virus.

En todo caso, si la expectativa oficial de infectados y fallecidos se encuentran dentro de los rangos naturales de una epidemia de esas magnitudes, lo que queda por atender en la actividad económica. El daño del virus en la economía debe analizarse en función del saldo previsible del PIB de -0.5% antes de la pandemia, pero por el cierre de fronteras, el desplome de la economía internacional y la recesión mundial inevitable, el PIB tendrá un desplome mayor al estimado.

La caída del PIB será diferente a la de 1983, 1986, 1995 y 2009. El peor año del PIB fue 1995 (-6.3%) por el colapso de 1994 y el alza criminal de tasas bancarias de interés, pero en los sexenios de López Portillo, Zedillo y Calderón hubo capacidad inmediata de reactivación y el tropiezo se aisló a un año. En cambio, en el gobierno de De la Madrid hubo dos años de PIB negativo y el positivo en los cuatro restantes no pudo sacar al país del peor escenario productivo: 0% de promedio anual sexenal del PIB.

El PIB de 2019 fue negativo por decisión presidencial de usar el PIB bajo como ancla antiinflacionaria y negar recursos presupuestales a la actividad productiva para destinarlos a programas asistencialistas. Y la expectativa de PIB negativo para 2020 obedecía a la repetición del mismo modelo de política económica. Sin embargo, el coronavirus vino a empeorar las cosas.

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@carlosramirezh

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