Corrupción pasiva: Adán Córdova*

no me veras

Un cambio en las normas, la creación de sistemas o la elección de ciudadanos para participar en las instituciones, no garantizan per se una transformación.

Hace décadas era impensable un cambio de partido en la Presidencia de la República o la inversión privada en el sector energético del país; como en esos tiempos, hoy es imposible concebir que en breve la percepción de la corrupción y del sector que mayor ejercicio hace de ella cambie, pero nuestros abuelos no vieron el cambio de partido político, y nosotros estamos por observar un tercer partido en el poder.

Definir la corrupción ha sido un trabajo constante y evolutivo por sus multiples variables e impactos, sin embargo, la mayoría de los ciudadanos tiende a pensar que sólo hay corrupción cuando existe dinero de por medio y una acción de pedir o dar.

Estos elementos sólo son enmarcados por corruptos activos, es decir, aquellos que de forma directa actúan otorgando o recibiendo un favor, recurso económico o simplemente, una omisión para dejar de hacer algo.

Pero por cada corrupto activo, existen varios pasivos que apoyan, toleran, se benefician o aprovechan las conductas y los resultados de los actos de corrupción “de otro”, bajo un argumento común: “fue una instrucción, es el jefe, yo sólo obedecí”.

La corrupción pasiva podríamos considerarla como el acto de no señalar o manifestar nuestro rechazo a una conducta en la que un individuo abusando de su capacidad de decisión, obtiene un beneficio para si o para un tercero, y de los cuales hay un mayor número que sujetos activos en un acto de corrupción.

Si en los actos de corrupción hubiese un señalamiento por parte de los sujetos pasivos o negación a participar en su ejecución o sus beneficios, podríamos asegurar que estos no se consumarían por una posible sanción.

Como ejemplo básico, podríamos realizar un ejercicio y preguntar ¿Conoce a alguien que haya utilizado recursos públicos para actividades privadas? ¿Conoce a alguien que haya viajado en vehículos oficiales los fines de semana o en sus vacaciones? ¿Conoce a alguien que ocupe los vehículos oficiales para ir por sus familiares a reuniones o actividades escolares? Y ¿Por qué no ha denunciado?

Si los discursos expuestos por los hoy triunfadores electorales son congruentes, en breve dejaremos de ver en los estacionamientos de las instituciones, vehículos cuyo valor rebase la suma del total de ingresos de un servidor público durante el período de su gestión; los vehículos oficiales estarán en el estacionamiento de las dependencias los días festivos y los días de descanso, no los veremos bajo la conducción de familiares en lugares de convivencia o haciendo fila en las escuelas de sus infantes; no volveremos a leer sobre accidentes de servidores públicos asignados a campaña política sin que haya un proceso eficaz que garantice una sanción efectiva, pero esto sólo será posible cuando por cada corrupto activo existan ciudadanos que dejen de ser pasivos que señalen y rechacen participar o ser beneficiarios de los actos.

Cierto es que la historia no la podemos cambiar, pero si podemos influir en el futuro a través de una participación efectiva en el ejercicio de los derechos y las acciones que la ley nos permite.

En resumen, debemos dejar de asombrarnos para satanizar y comenzar a actuar para dar un ejemplo de congruencia y honestidad a las futuras generaciones, debemos dejar de preocuparnos por el grado de corrupción que hay en la sociedad que “otros cometen” y ocuparnos de los ciudadanos que “nosotros” le aportamos.

(*) El autor es integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal de Combate a la Corrupción en Oaxaca. Egresado de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y realiza estudios de posgrado en el Centro de Investigaciones Jurídico Políticas de las Universidad Autónoma de Tlaxcala.

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Adán Córdova

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