Detrás de la crisis del CIDE se encuentra en marcha una decisión de reorganización –que no reforma– del sistema político priísta:
En el viejo modelo del sistema político-ideológico del PRI existen los pilares corporativos ya conocidos –los sectoreshoy inexistentes e inoperantes–, pero había también una superestructura de élites que no formaban parte del PRI y que vivían del entendimientocrítico –no opositor de alternativa–: eran los que pudieran caracterizarse como sectores invisibles del priísmo.
Eran varios los sectores: la iglesia, la embajada de EU, la oposición leal, entre otros. Y existió un sector especial que fortalecía al PRI –en el enfoque de sistema político del ensayista y novelista marxista José Revueltas–: los estudiantes como aparato ideológico del Estado priísta. El consenso-entendimiento se rompió en 1968 –Tlatelolco– y 1971 —halconazo–, pero sin modificar la estructura de financiamiento público a una educación que ya no capacitaba recursos para el Estado sino para la empresa privada.
La estabilidad estudiantil se compraba con el financiamiento a una educación pública para beneficio privado.
Y en eso llegó López Obrador. Las críticas a la UNAM, la toma del control educativo del CIDE y la recuperación de El Colegio de México forman parte de una reorganización morenista del sistema político priísta: reintroducir –como lo hizo el presidente Cárdenas en 1934 con su reformas constitucional para una educación pública socialista— una revinculación –por llamarla de algún modo– de la educación al modelo social del Estado, en sentido contrario a la reforma del proyecto neoliberal salinista de deslindarse del contenido educativo de la educación pública, someterla a una dependencia del mercado y abandonarla al control de grupos de interés académico y estudiantil con prioridades propias.
El plan de trabajo del director designado del CIDE, José Antonio Romero Tellaeche, se enfoca en ese sentido de recuperación de la educación. Además de reconquistar el control de las instituciones en manos de élites de poder interno, sus diez ejes estratégicos son:
1.- Asegurar la equidad de género.
2.- Replantear la misión, visión y objetivos del CIDE.
3.- Mejorar la relación con el gobierno federal.
4.- Transparentar el uso de recursos.
5.- Repensar las investigaciones bajo un enfoque de bienestar social.
6.- Diversificar el pensamiento.
7.- Actualizar el modelo de formación académica.
8.- Publicar bajo un nuevo enfoque.
9.- Renovar la administración.
10.- E impulsar la vinculación con el exterior.
El gobierno federal actual, en su papel de dotar de recursos presupuestales al CIDE asume, en la lógica, la toma del control del organismo que hoy está dominado por burócratas, una élite académica que mantiene el poder férreo de plazas y recursos y profesores que la asumen como centro educativo privado.
A ello se agrega otro dato inocultable: buena parte de los profesores del CIDE forman parte de la masa crítica contra el gobierno lopezobradorista, aunque con mayorintensidad a como criticaban a los gobiernos priístas y panistas que los financiaban sinexigir cuentas de resultados en la relación educación-sociedad.
El enfoque oficial contra la UNAM y sus acusaciones de neoliberalización de la llamada máxima casa de estudios se debe aplicar al modelo de reorganización educativa del CIDE como un centro de estudios que opera con financiamiento público; en contra, los profesores y alumnos que dominan el organismo quieren plantear una autonomía absolutaque se basa en la no rendición de cuentas y un modelo muy aparecido a lo que sería una autogestión educativa o autogobiernocon cargo a las finanzas públicas, porque los disidentes no quieren buscar financiamiento privado para asumir la independencia total de la estructura de gobierno interno.
Y, en efecto, el modelo de reorganización de las relaciones del CIDE con el patronazgogubernamental va a extendersehacia otro centro de estudios con autonomía autogestionaria: El Colegio de México. Y el segundo paso en ambas será también polémico: la gratuidad de la educación, pues hoy las colegiaturas en CIDE y Colmex son altas, contribuyen al elitismo y filtran la población estudiantil con expresiones a veces de segregación social.
En este escenario, la reforma del CIDE no dará marcha atrás.
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