Esta semana tuvimos en el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca a César Astudillo -me atrevo a decir- el mejor constitucionalista local de la nueva generación.
Y es que pocos campos son tan prolíficos y tan generosos a la hora de regalar hombres de ciencia como el de la ciencia del derecho.
México es respetado en los círculos académicos de discusión por sus científicos sociales y Astudillo es, cada vez más, una figura recurrente en la discusión pública de los estudios constitucionales.
Surgido desde abajo, hijo de la cultura del esfuerzo ha construido su prestigio desde la tradición de honrar a sus maestros.
Me habló mucho y muy bien de Eduardo Ferrer MacGregor y de Sergio García Ramírez.
Así como ellos, varios otros le acompañan en la coautoría de varias obras.
Pero ¿por qué es relevante un perfil como el de Astudillo en los tiempos actuales?
Porque hoy como nunca la Constitución y su supremacía dentro del orden jurídico son tema cotidiano de discusión y análisis.
Y porque ahora, más que antes, las grandes transformaciones pasan por las leyes; creándolas, reformándola o interpretándolas.
A diferencia del pasado reciente la dinámica de los tribunales constitucionales es relevante para la vida de México y de sus estados.
“¿Por qué una Sala Constitucional en Oaxaca?” fue el título de la conferencia que vino a impartir el chiapaneco.
Y todo mundo podría pensar que vino a hablarnos del constitucionalismo local Oaxaqueño en el marco de los 100 años de nuestra Carta Magna local.
Pero no. Antes que eso, Astudillo vino a hablarnos de federalismo.
Así como en muchos aspectos de la vida política, administrativa y económica parecemos estar dando pasos de vuelta al centralismo donde el centro es la capital del país como origen de las grandes decisiones nacionales y de los estados, en lo jurídico el 80 por ciento de los juicio de orden local se terminan resolviendo en juzgados y tribunales federales.
El centenario de la Constitución Oaxaqueña ha abierto la puerta a una discusión nacional sobre federalismo judicial que necesita urgentemente un rediseño para que la justicia local y entre ella, la justicia constitucional, reencuentre su lugar de dignidad y decoro en la república federal.
Hacia allá tiene que ir la discusión a partir de ahora.
Y el académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM nos lo dejó muy claro.
Esas reformas y ese rediseño no van a venir del centro. Como ha sido la historia de este país, tendrá que venir de abajo, de las entidades y sobre todo de los poderes judiciales que tienen el pulso de la realidad.
La administración de justicia es pieza clave para la gobernabilidad y la regulación de la presión social.
Si la justicia local se fortalece, se harán más cortos los tiempos de solución de controversias.
Y si resolvemos en menos tiempo los juicios, le damos menos margen de existencia al descontento social.
Por eso la sana cercanía entre los poderes en los estados, no debe nacer siempre a convocatoria del ejecutivo.
El legislativo y el judicial deben acercarse y trabajar juntos.
En el Pleno del Tribunal Superior de Justicia y en los juzgados de primera instancia hay talento y abogados de sobra.
Y en el legislativo está la incubadora de las leyes que necesitan siempre la opinión y las aportaciones de buenos abogados.
*Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca