El de Salinas no era un gobierno de lujos ni de exhibicionismos. Tampoco de joyas caras. Pero el reloj Casio de Luis Donaldo Colosio siempre destacó.
Era barato. Negro. De plástico. Tenía luz. Y cronómetros. Creo que pudo haber costado no más de 100 dólares.
¿Por qué?
Le decían:
–Cambia de reloj. Uno no muy fino pero diferente.
Se negaba.
–Das la impresión de fingir modestia.
No quería:
–Me gusta.
En alguna columna se escribió sobre el Casio de Colosio.
Pero no hubo explicaciones.
Colosio usó su Casio hasta la muerte.
La clave surgió después:
–Indaga quién fue Casio –dijo una voz anónima.
Y la investigación no tuvo que ser profunda.
Casio Cayo Longino. Amigo y cuñado de Marco Junio Bruto.
Sí.
El Bruto de Julio César.
El de la puñalada final.
El de “¿tú también, Bruto?”
Casio tenía muchas acusaciones en su contra.
Y Julio César lo perdonó.
Pero luego fue el gran traidor. Lo acusan de ser el cerebro de la conspiración contra César.
Y aparece en todo su dramatismo en Julio César, de Shakespeare. Y algo adicional en La divina comedia, de Dante Alighieri.
¿Dónde se mezclan la realidad con la ficción? Shakespeare enseñó que no hay fronteras, que a veces la ficción logra cuajar los personajes mejor que la realidad. Peor aún: los personajes existen en realidad cuando se asumen en la ficción.
Shakespeare dibujó a Bruto y a Casio, los dos asesinos materiales de Julio César.
A César le dijeron:
–Cuidado con los idus de marzo.
Y lo mataron el idus de marzo, el día 15 de marzo.
César, decían los dos, sería un dictador. Por eso tomaron para sí la tarea divina de impedirlo.
–Honor es el tema de mi historia –dice Casio.
Y lo paradójico: había salvado a César de morir. Y hoy tenía la tarea de asesinarlo.
César lo intuyó:
–Ese Casio tiene aire macilento y hambriento. Piensa demasiado, lee mucho. Los hombres como él (son) muy peligrosos.
La muerte de César sería para Casio liberadora.
–Casio liberará a Casio de la servidumbre –dice Casio.
Bruto también se dio una tarea divina. Piensa en César:
–El abuso de la grandeza se da cuando se separa del poder la misericordia.
Había que romper de tajo. El huevo de la serpiente que señaló Shakespeare y que después tomaría Luis Buñuel para narrar el nacimiento del nazismo:
–Hay que considerarle (a César) como un huevo de serpiente, que, si se incuba, se hará tan perniciosa como su especie, y matarle en el cascarón.
Pero se trataba de una misión. Por eso la muerte tendría que ser casi una ceremonia:
–Seamos sacrificadores, no matarifes –dice Bruto.
Y agrega:
–Matémosle son valentía, pero sin cólera.
Y más:
–Esto harpa nuestro designio necesario y no rencoroso, y, apareciendo así ante los ojos del vulgo, se nos llamará purificadores, no asesinos.
El crimen sería una traición. Planea Bruto:
–Bueno, caballeros, que poned cara despejada y alegre; que nuestros rostros no revelen nuestros propósitos, sino llevadlos como nuestros actores romanos, con espíritu infatigable y constancia.
El segundo aviso fue de su esposa. Dice César:
–Ni cielo ni tierra han tenido paz esta noche. Tres veces Calpurnia (su esposa) ha gritado en sueños: “¡auxilio, matan a César!”
Calpurnia lo obliga, ese idus de marzo, a no ir al Senado. César acepta. Pero los asesinos lo convencen con el argumento de que sería erigido con la Corona del Poderoso.
–Voy a ir –decide.
En el camino recibe el tercer aviso: una nota que quiere leerle Artemidoro. Decía claramente:
–“César, cuidado con Bruto, guárdate de Casio, no te acerques a Casca, vigila a Cinna, no te fíes de Trebonio, observa bien a Metelo Cimbrio; Decio Bruto no te quiere; has ofendido a Cayo Ligario. Estos hombres no tienen más que una sola intención, que va contra César. Si no eres inmortal, guárdate: la confianza deja paso a la conspiración. Los poderosos dioses te defienden. Tu amigo. Artemidoro.”
Pero llegaron los idus de marzo, murmuró César. Y un adivino aún le dio otra oportunidad:
–Sí, César, pero aún no han pasado.
El asesinato estalla por sorpresa. César se duele de Bruto:
–¿Tú también?
Casio manda gritar libertad a las calles. El futuro tirano había muerto. Y Bruto llama a los romanos a mojarse las manos de la sangre de César.
Casio ve al futuro:
–¿Dentro de cuántos siglos se seguirá reviviendo ésta nuestra escena sublime, en estados que aún no han nacido, y con lenguas aún desconocidas?
Bruto y Casio quieren imponer a Marco Antonio como sucesor. Éste acepta decir el discurso oficial y ahí denuncia a los conspiradores. Bruto y Casio huyen. Y Antonio altera el testamento de César.
–Que te quise, César, ah, es cierto; entonces, si tu alma nos mira ahora, ¿no te dolerá más profundamente que tu muerte el ver a tu Antonio haciendo las paces y estrechando los dedos ensangrentados de tus enemigos?
Casio deja pasar el discurso, pero le exige a Antonio un acuerdo.
Bruto trata de justificarse:
-No es que yo amara menos a César, sino que amaba más a Roma.
Y mira las cosas con frialdad: Marco Antonio había ganado. Bruto se lamenta cuando entra Marco con el cadáver de César:
–Aquí viene su cadáver, llorado por Marco Antonio, que, aunque no tuvo parte en su muerte, recibirá el beneficio de que haya muerto, un puesto en la república, y ¿quién de vosotros no?
Bruto y Casio resultan perdedores. Y discute: Bruto acusa de corrupción a Casio:
–El nombre de Casio honra esa corrupción, y por eso el castigo esconde la cara.
–¿Castigo? –pregunta Casio.
–Acuérdate de marzo –le dice Bruto–, acuérdate de los idus de marzo.
El reclamo: César había muerto por la justicia, pero sus asesinos habían corrompido el sentido del crimen por unos sobornos.
Huidos, a los dos se les aparece el fantasma de César. Y les dice:
–Me verás en Filipos.
La batalla en esa posición macedónica es cruel. Antonio pierde la primera, pero gana la segunda. Casio obliga a uno de sus prisioneros a sostener la espada mientras se lanzaba contra ella. Bruto toma el mismo camino, pero le da más sentido: pone su alma en paz:
–César, ahora descansa en paz; no te maté ni con la mitad de buena gana.
Bruto recibe, al final, ya muerto, el reconocimiento de Antonio:
–Todos los conspiradores, menos él, hicieron lo que hicieron por envidia del gran César; él fue uno de ellos pensando honradamente en todos y en el bien común de todos.
Casio pasó a la historia como el sinónimo de traidor, junto a Judas. Lo registró Dante Alighieri en La Divina Comedia, canto trigésimo cuarto del Infierno:
“Noveno Círculo: los traidores. Cuarto recinto o judesca. Los traidores a sus benefactores. Lucifer. Los traidores a la majestad: Judas Iscariote. Bruto y Casio. Del centro de la Tierra al otro hemisferio”.
Dante desciende al infierno acompañado del poeta latino Virgilio. Describe los nueve círculos. Y dedica el canto trigésimo cuarto a los traidores:
“Después de pasar el recinto de la “Judesca” –del nombre del apóstol que traicionó a Cristo–, se encuentran finalmente con Dite, Satanás, devorando al mismo tiempo con sus tres fauces a Judas, Bruto y Casio. Pasan, a lo largo del cuerpo del señor del Infierno, a través del centro de la Tierra, y se encuentran ahora boca abajo, en una caverna rocosa…”
Dante pone a Bruto y a Bruto al nivel de Judas por su percepción de que César representaba la maldad de lo divino. Por eso es la serpiente con tres cabezas:
–El alma que está sufriendo la mayor pena allá arriba –dijo el Maestro— es la de Judas Iscariote, que tiene la cabeza dentro de la boca de Lucifer y agita fuera de ella las piernas. De las otras dos, que tienen la cabeza hacia abajo, a que pende de la boca negra es Bruto: mira cómo se retuerce sin decir palabra. El otro, que tan membrudo parece, es Casio.
Casio, pues, fue el traidor. Pero Bruto carga con el peso de la historia negra. Antonio, el beneficiario, se quedó con el poder.
El asesinato de Colosio puede leerse con los ojos de Shakespeare. La traición, el beneficiario, la corrupción, el drama del poder.
El hilo conductor podría ser el reloj Casio, de plástico, negro, barato, que Colosio nunca quiso quitarse de la muñeca. Y que llevaba aquel marzo de 1994, su idus cesariano. Dicen que Salinas le recomendó el reloj Casio.
Ya muerto Colosio, el reloj Casio desapareció en la pesquisa judicial.
¿Supo Colosio el significado de su reloj Casio?
Política para dummies: La política en Shakespeare: aquel que se manche las manos de sangre conmigo será mi hermano.
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