Parte V
Esta es la última entrega de esta serie de artículos que realicé con el objetivo de cambiar la visión que tenemos acerca de lo que está sucediendo con el tema del cambio climático, su relación con los Estados y nosotros.
A casi todos nos ha caído el veinte de que el cambio climático nos está afectando y es irreversible, todos hemos visto u oído por lo menos una serie de noticias o reportajes al respecto, y quienes nos hemos adentrado en el asunto consultamos literatura o asistimos a conferencias un tanto más especializadas.
Pero sin lugar a dudas, muchos nos quedamos aún con la imagen de que es un tema que sólo compete atender a los Gobiernos y que a nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, nos toca vigilar su buen desempeño y señalar si acaso lo que se está haciendo mal u omitiendo.
En parte es cierto; por ejemplo: me gustaría señalar aquí que México en su conjunto se encuentra lejos de acercarse a los punteros en el cumplimiento de los ODS. Algo no está funcionando. Según el Foro Mundial Económico con base en el estudio realizado por Bertelsmann Stiftung y la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la ONU nos encontramos en la posición 56 en el índice de medición de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible firmados por México y otros 192 países. Tremendo, ¿no cree?. Pero nuestros legisladores siguen recortando presupuesto en áreas sensibles como la investigación, el medio ambiente, etc. Es algo en lo que por el momento no pretendo ahondar.
Después de comentar lo anterior a manera de suave desahogo, quiero decirle que el papel que asumimos la mayoría como meros espectadores no es el correcto; si bien es un tema que preponderantemente deben retomar los Gobiernos, también es un asunto que crucialmente compete al ciudadano atender y contribuir sustanciosamente en su atención. El planeta tierra es la casa de todos.
Imagine que todos vivimos dentro de un globo de caucho, un globo común de esos que utilizan nuestros hijos para jugar; bien ahora piense que todo el aire contenido dentro del globo es nuestra atmósfera y dentro de ella hay alrededor de 7000 millones de personas que tienen actividades cotidianas, producen alimentos, ropa, calzado, se transportan, comen, ven la televisión, tienen una aparato electrónico por lo menos o en el peor de los casos poseen animales o ellos mismos emiten gas metano al aire; consumen energía y vierten desechos al agua durante todo las 24 horas del día en diferentes partes del globo. Se imagina usted semejante escena al asomarse al globo, a mí me causa una sensación de nausea el pensarlo.
Somos las personas con nuestra profunda y arraigada cultura consumista las que provocamos gran parte de la contaminación de suelos, aire y agua, la que ha provocado el calentamiento global y es nuestro mismo egoísmo, ansias de consumo y el sentimiento de superioridad lo que nos ha llevado a desaparecer para siempre especies de animales y vegetales. Pero no hay que culparnos somos víctimas -como en una película de ficción- de una compleja industria que precisamente se dedica a vendernos artículos que no necesitamos para vivir, ese es su negocio y ni modo llevamos muchos años en el mismo esquema.
Por citar algunos datos que le sirvan para la reflexión le diré que según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el tráfico de especies de América Latina hacia los E.E.U.U. es una actividad ilegal que genera ganancias por aproximadamente 100 MMDD anuales y las cinco especies que más se trafican son: caimanes, iguanas, cocodrilos, caracoles rosados y tortugas marinas; ¿Qué tal?.
Muy bien, ¿le ha provocado alguna preocupación este dato?. Pues déjeme preguntarle: ¿qué cantidad de residuos cree que genere en sus actividades cotidianas? Estoy seguro que dice no mucha, pero yo he oído decir en algunas casas “casi no hacemos nada y mira cuanta basura hay”, pues bien en México se calcula –Según datos del INEGI- que cada mexicano producimos en promedio 0.86 kilogramos de “basura” al día, lo que nos lleva a pensar que al año desechamos alrededor de 365 kilogramos cada uno de nosotros.
Pero eso no representa un problema, ¿verdad?. Porque en el peor de los casos nos ocupamos de que llegue al camión recolector y de ahí ya no la volvemos a ver nunca, es como barrer y depositar el polvo debajo de la cama.
Alguna vez se ha preguntado: ¿a dónde va a parar esa “basura”?; pues si bien nos va, dependiendo de nuestra comunidad va a depositarse en un relleno sanitario, porque en México existen muy pocas plantas para el tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos, mismas que cada vez se están mejorando tecnológicamente para llegar el desecho 0, es decir no desperdiciar nada. Pero si en nuestra comunidad no existe ni siquiera un relleno sanitario o lo hay y no opera porque no hay recurso o el personal no está capacitado, entonces ¿qué pasa con la “basura”? pues en su gran mayoría la tiran en barrancos u cauces de ríos y alguno que otro la quema, sí así como lo lee, pues no hay problema si la queman desaparece ¿no?.
Le preguntó a usted ¿Qué desechamos normalmente en la “basura”? Le diré: plástico, pilas alcalinas, unicel, vidrio, aluminio, papel de baño, jeringas, material de curación, envases de insecticidas, de desodorantes, de detergentes, blanqueadores, plaguicidas, etc. Un caldo muy sustancioso, ¿verdad?. Ahora imagine que este exquisito caldo se queme, todo el humo altamente tóxico sube a nuestra atmósfera, entonces ¿desaparece?. Si me ha leído en esta serie sabe que los Gases de Efecto Invernadero (GEI) son los causantes del calentamiento global.
Le dejo otro dato interesante mi estimado lector los mexicanos tuvimos en 2011 un consumo per capita de 170 litros de agua embotellada lo que nos ubicó en el tercer a nivel mundial en el consumo del producto, pregunto ¿y los envases? Si bien nos fue alrededor del 15% se recicló o reutilizó, según datos de la ANIPAC ese mismo año.
Entonces con todos estos datos que le he compartido a lo largo de estos cinco artículos, podemos decir que el Cambio Climático no sólo es cuestión de Estado, es necesario la conciencia, reeducación y acción del ciudadano común.
Pero, ¿qué podemos hacer? Bueno, pues vayamos por pasos: primero ser conscientes de que somos entes consumistas, cuando estemos seguros de ello empecemos a dejar de consumir artículos que no necesitamos, todo producto implica consumo de energía y por ende polución, a menos claro que compremos productos certificados en consumo de energías limpias o renovables.
No necesitamos por ejemplo comprar botellas de agua, si compramos un bote adecuado podemos tener agua siempre y renovar sólo su contenido; dejemos de comprar productos que están demasiado empacados, compramos un paquete que trae 12 piezas y cada una trae un empaque aparte; no utilicemos popotes en las bebidas, este producto tiene una vida útil de menos de 10 minutos y tarda en degradarse alrededor de 100 años
Por favor, no ocupemos productos de unicel (producto altamente contaminante porque no se recicla) es mejor lavar los trastes con jabón biodegradable que utilizar cada comida familiar platos y vasos que tardarán aproximadamente 1000 años en desaparecer, es decir los hijos de los hijos de nuestros hijos habrán muerto y el plato que utilizamos en el bautizo ahí estará en algún rincón del planeta.
Exijamos que en el súper nos garanticen que las bolsas que se dan se elaboren con material biodegradable y mejor aún llevemos nuestras propias bolsas.
Siembre plantas tanto como pueda, cuídelas; los árboles aparte de oxígeno son garantía de retención y purificación del agua. Por cierto, utilicemos la menor cantidad de agua posible al asearnos o lavar el auto.
Caminemos, las distancias cortas podemos hacerlas a pie, es benéfico para la salud y para nuestro planeta.
Apague la luz cuando no la ocupe, compre focos ahorradores de energía, reutilice el papel y el cartón cuantas veces pueda.
Sé que es difícil, pero ¿no le gustaría que su descendencia conociera nuestro mundo tal y como lo estamos disfrutando? Lo ideal sería que tuvieran la misma calidad y cantidad de riqueza natural. Piénselo.
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