Venezuela está ardiendo: una crónica desde las calles

no me veras

Venezuela tiene, de repente, dos presidentes. Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, considerada en desacato por el Tribunal Supremo, se ha proclamado presidente “encargado” de Venezuela frente a una multitud fervorosa que se dio cita este 23 de enero en el municipio Chacao de la capital. A Guaidó le apoyan EE. UU., Canadá, y por el momento nueve países latinoamericanos. El presidente estadounidense Donald Trump, incluso, ha dicho en un comunicado que “utilizará todo el peso del poder económico y diplomático de EE. UU. para presionar por la restauración de la democracia”.

La protesta de este miércoles la convocó el propio Guaidó un día después de la toma de posesión de Nicolás Maduro el pasado día 10. A partir de esa fecha comenzó una nueva legislatura del presidente que muchos países no reconocen por considerar ilegítimas las elecciones de mayo de 2018 donde fue reelecto con más del 67% de los votos pero con una abstención histórica.

La oposición ya había advertido de que habría una nueva agenda de calle a partir de este día y la opinión pública permanecía expectante ante lo que a priori parecía una nueva amenaza proveniente de una derecha dividida y sin líderes políticos claros desde la desarticulación de sus principales cabezas tras las guarimbas de 2017.

Pero por primera vez en casi un año y medio, en las calles, los bares y los corrillos del café, la gente hablaba de “la marcha del 23” como (al menos) un punto a marcar en el calendario. Un antes y un después de un renovado hartazgo de crisis y políticos. La tensión también volvió sobre todo cuando en la madrugada del domingo al lunes previo, el país amaneció con la noticia de una sublevación de un grupo de 26 militares en un barrio de Caracas. La cosa duró poco y dejó tan solo unos cuantos videos malos de los sublevados para la posteridad. Pero lo importante es la zozobra y, una vez más, las expectativas.

La marcha del 23, que circuló por redes bajo el lema “Gritemos con Brío” cumplió sus expectativas. No solo marchó la oposición. El chavismo, como suele ser habitual en estos casos, hizo su contramarcha para demostrar que también tiene su propio brío rojo rojito y entre unos y otros la ciudad se colapsó.

Los defensores de Nicolás Maduro se concentraron en el centro y el oeste de la capital y su objetivo era llegar a los alrededores del Palacio de Miraflores. Entre sus asistentes hubo muchos funcionarios que trabajan para las instituciones públicas y van obligados. Lo dicen cuando les preguntas por qué están allí. “Mejor no me preguntes porque no te voy a responder como quieres”.

Lo curioso es pensar que hay un deber ser en las respuestas cuando esa brevedad espontánea dijo mucho más que cualquier parafraseada de culto chavista. Otros acuden al llamado de Maduro porque siempre dan comida y en estos tiempos de crisis económica que corren en Venezuela la comida no se desdeña nunca. Otros muchos van porque son chavistas de corazón a pesar de todo y siguen queriendo y votando a Nicolás Maduro mucho más por el legado de su “Comandante Presidente Hugo Rafael Chávez Frías” que por su heredero en el que siguen confiando pero pidiéndole que “resuelva esto ya de una vez”. En cualquier caso, ante la pregunta “¿por qué has decidido salir hoy a la calle?”, Mariana, 43 años, del barrio popular de Catia, al oeste de la capital, responde cosas muy sensatas: “no quiero que como venezolana nadie me diga lo que tengo que hacer. Venezuela no aceptará órdenes de EE. UU. ni los venezolanos reconoceremos a gobernantes como Guaidó que quieren vender las riquezas de nuestro país”.

Al otro lado de la ciudad se acumulan los cláxones de camionetas 4x4. Caracas despertó al mediodía porque el arranque no parecía de un miércoles cualquiera. La ruidosa Caracas se quedó dormida y amaneció en domingo este 23 de enero, pero es habitual cuando hay fechas señaladas de este tipo: la gente, aunque sea entre semana, tiene miedo y se queda en casa, los comercios no abren, las empresas dan permisos a sus trabajadores para que no acudan a su puesto. Pero Caribe es Caribe y el sol siempre termina saliendo en la ciudad de la eterna primavera y la gasolina regalada. Había sol en Chacao cuando habló Juan Guaidó a su multitud. No cabía un alfiler en la plaza de la Torre Exa (las imágenes de todos los medios son dicientes: calles llenas, mareas humanas), y de repente, el dirigente de Voluntad Popular alzó su mano y se juramentó como Presidente “encargado” de Venezuela. “Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como el Presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, el gobierno de transición y unas elecciones libres”.

Las reacciones no se hicieron esperar. Valeria, 18 años, lágrimas en los ojos. Primero lloraba por claustrofobia. Demasiada gente y poco espacio vital. Faltaba el aire en Chacao. Después se le pasó de repente y lloraba “de emoción”, decía. “Porque soy joven y me importa mi país. Amo a Venezuela y quiero un futuro mejor para mí y para todos mis amigos”. “No aguantamos más”, decía su madre Julie a su lado. Alta, rubia, regia, clase media alta venezolana. “Nos morimos de hambre. Venezuela se muere por culpa de ese dictador”.

No solo ellas y ellos, presentes en “lamarchadel23” reaccionaron a la bomba de Guaidó. Casi inmediatamente después de sus declaraciones, Donald Trump emitió un comunicado reconociendo al “Obama criollo” (ironías mex) como presidente legítimo del país caribeño. La onda expansiva llegó hasta el balcón del pueblo de Miraflores donde la otra Venezuela hacía caso omiso a estos reclamos y Nicolás Maduro salía a hablar con las entrañas a un palco cargado de simbología. El desaire de la oposición y EE. UU. no tardó en generar polémica y respuesta. Maduro rompió relaciones diplomáticas con el país norteamericano y anunció que todo su personal delegado en el país debe abandonar Venezuela en las próximas 72 horas. EE. UU. no tiene intención por el momento de cumplir con este mandato ya que no consideran a Maduro presidente de ningún país.

Las horas venideras son decisivas. Caracas se durmió anoche más temprano de lo habitual, seria, taciturna. Durante el día hubo focos de violencia focalizada en la capital y en otros puntos del país se reportaron saqueos y represión policial. Las redes hablan de al menos 16 muertos y más de 200 heridos pero no hay cifras oficiales sobre este asunto tan serio y tan mediático. Para el fin de semana, el nuevo presidente “encargado” ha anunciado agenda. Lo más importante: una nueva movilización por la Ley de Amnistía, una nueva legislación que prevé “amnistiar” a los militares que se subleven contra Nicolás Maduro porque en este caso no estaría considerado como un Golpe de Estado, sino como un proceso para “el restablecimiento de la democracia”. Las Fuerzas Armadas juegan un papel tan importante en el futuro de Venezuela que de repente les sobran los amigos y los nuevos cadetes.

Excelsior

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