Taquitos de perro: Horacio Corro Espinosa

no me veras

No sé porque tengo esa mala costumbre de encontrarle sabor u olor a las palabras. Por ejemplo, cuando digo flor, inmediatamente aparece en mi mente una de esas figuras.

No sé de dónde me viene esa mala costumbre de encontrarle un sabor o un olor a las palabras. Por ejemplo, cuando dijo flor, la repito, inmediatamente me llega un aroma que puede ser a jazmín, o a rosa, pero invariablemente esa figura o ese olor desaparece cuando se me viene otra imagen encima. El monosílabo flor, no puede ser sustituida por otra palabra. Un tornillo, por ejemplo, siempre va a ser un fierro con rosca, pero va a ser muy diferente a un alambre. Así pues, una flor es una flor, y nada tendrá que ver con el olor de los fierros.

Siempre he pensado que Adán, el primer hombre que habitó este mundo, ha de haber tenido una capacidad intelectual increíble para ponerle nombre a las cosas. Cómo supo, por ejemplo, que la palabra mesa se parece al objeto mesa. Un burro, en nada se parece a un caballo o a un perro o a un cerdo. Cada quien tiene el nombre que le corresponde exactamente. Un perro siempre va a oler a perro. El caballo nunca va a oler igual que el cerdo.

Así es esto de las palabras, y ni modo, así es este mundo. Donde se complica la cosa, es cuando te encuentras una palabra que no te permite relacionarla con nada. Una de esas puede ser agibílibus. No se trata de una palabra mágica que pueda abrir puertas, tampoco es un trabalenguas. Se refiere a la persona que tiene habilidad, ingenio, picardía, para desenvolverse en la vida.

Pero las palabras van más allá todavía. Un taquero tiene rostro de taquero. Un chófer tiene nariz, mandíbula y orejas de chófer. Conozco un cirujano que tiene una auténtica cara de borracho, sin embargo, es abstemio, pero su rostro provoca desconfianza en sus pacientes.

El viernes apareció una nota que circuló mucho en las redes sociales, como si la hubiera emitido el periódico El imparcial de Oaxaca, donde se asegura que, en varias taquerías de Huajuapan, se venden tacos de carne de perro. Además, aparece el nombre de ocho taquerías donde expiden ese producto.

Esa nota fue real, pero en el 2009, y fue copiada del periódico Universal. Curiosamente, esa misma nota ha sido refriteada y puesta en circulación en Jalapa, Veracruz, lo mismo se hizo hace tiempo en Tehuantepec, así como en otras ciudades del país.

La cosa es que hubo bastante alarma y preocupación por esa información falsa. Hubo mucha gente que a consecuencia de la misma, publicó sus estados de ánimo, como: “me voy a hacer la prueba de glucosa”, “hasta ganas de vomitar tengo por qué anoche fui a esa taquería”. Y así, un montón de textos relacionados a alguna enfermedad como efecto de la falsedad: los supuestos tacos de perro.

No cabe duda que el sabor de las palabras va de la mano con el sentir del cuerpo.

Pobres taqueros de Huajuapan, supongo que les ha de haber bajado la venta a partir de esa publicación mentirosa.

Pero les voy a pasar unas fórmulas a los consumidores de tacos, para que dejen de tener problemas o dudas en otra ocasión similar. Yo he comido muchos tipos de carne, y les voy explicar a qué sabe cada una de ellas. Por ejemplo, la carne de caballo, que es la más común que se consuma, su carne es roja, muy roja, pero tiene un sabor similar a la de res. La carne de perro es rojiza y algo dulce. La carne de burro es inconfundible, te deja un sabor y una textura sebácea alrededor del paladar, en serio.

Así que, si en otra ocasión sientes cualquiera de estas texturas o sabores en tu boca, ya vas a saber qué animal estás comiendo o qué tipo de carne llevan tus taquitos.

¿Qué cómo es que las probé? Otro día se los platico.

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