“Tácticas fascistas” de Trump para ganar las elecciones intermedias

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A tres semanas de las elecciones intermedias –donde está en juego toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado– Donald Trump y sus aliados están tratando de defender su mayoría en el Congreso atacando a los demócratas, acusándolos de socialistas que desean abrir las fronteras a criminales y que llevarán a Estados Unidos a convertirse en Venezuela, argumentos que algunos expertos comparan con la clásica retórica fascista.

Los pronósticos por ahora favorecen a los demócratas en la cámara baja, donde se espera que reconquistarán la mayoría, pero aunque algunos aún no lo descartan, todo indica que los republicanos mantendrán el control del Senado.

Una ola azul demócrata impulsada por la ira de mujeres –hay un número sin precedente de candidatas para la elección del 6 de noviembre– y otras minorías están amenazando el monopolio político de Washington en el régimen de Trump.

En respuesta, el presidente inició una intensa serie de mítines por todo el país para defender la actual mayoría republicana, empleando su usual combinación de ataques contra los inmigrantes y contra los medios, pero ahora mezclado con el mensaje de que él y su agenda son lo único que existe entre la ley y orden y el caos.

Una y otra vez ha afirmando que los demócratas siempre abrirán nuestras fronteras y con ello inundarán nuestras calles de extranjeros criminales y convertirán al país en una gran ciudad santuario. También advierte que los demócratas abolirán nuestras fronteras en servicio del globalismo.

En semanas recientes ha asegurado que votar por los demócratas es votar por un socialismo radical. Los ha llamado turba izquierdista y denuncia que se han vuelto demasiado extremistas y peligrosos como para gobernar, los llamó locos (en español) y repite que rápidamente convertirán a nuestro país en Venezuela.

Muchos expertos repiten que los ataques partidistas no son nuevos, pero sí que un presidente declare como enemigos del país a sus opositores.

No cesan los insultos contra críticos, contrincantes demócratas (y los pocos que se atreven a cuestionarlo o que no muestran incondicionalidad al jefe máximo dentro de su propio partido y hasta del gabinete). En estos días, Trump ha arremetido contra la senadora demócrata y posible candidata presidencial Elizabeth Warren, burlándose de ella al retomar el apodo que le dio de Pocahontas –figura histórica indígena– al llamarla fraude por insistir en que tiene sangre indígena en su familia; también contra la veterana senadora Diane Feinstein, porque se opuso a su candidato a la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, y contra varios legisladores más.

Cuando un juez descartó el pasado lunes la demanda por difamación presentada por la actriz porno Stormy Daniels contra Trump, éste respondió con un tuit en el que la llamó cara de caballo y la amenazó con más acciones legales. Daniels afirma que tuvo una relación sexual con el magnate hace una década, y que le pagaron a cambio de su silencio durante la elección presidencial en 2016. Ella respondió llamándolo minúsculo, en referencia obvia a sus genitales; los cuales la mujer describió en un libro publicado recientemente.

Todas estas tácticas, alertan algunos expertos, no son nuevas sino técnicas fascistas. El profesor de filosofía Jason Stanley, de la Universidad de Yale, quien se ha dedicado a estudiar movimientos fascistas del siglo pasado, afirma en su nuevo libro How Fascism Works que Trump, entre otros líderes, emplea políticas fascistas. En un artículo de opinión por video publicado en el New York Times, Stanley resume: se presenta un pasado mítico, se demoniza a grupos minoritarios (antes fueron los judíos, ahora son inmigrantes mexicanos, entre otros), se ataca a los medios y a los intelectuales, se promueve la idea del líder supremo que tiene una relación directa con el pueblo puro, se emplea la propaganda y teorías de conspiración entre otras cosas.

Stanley advierte que no está diciendo que Trump sea Hitler, y que las políticas fascistas que está utilizando no necesariamente resultan en un Estado fascista. Argumenta que estos elementos siempre han estado presentes en este país durante gran parte de su historia –no es que de pronto hayan llegado del extranjero– y que lo más peligroso es cuando se normalizan. Recuerda que en Alemania y otros países en los años 30, muchos no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que fue demasiado tarde.

Aquí cada elección es presentada como la más importante e histórica, pero en esta ocasión algunos advierten que si no hay freno para el régimen de Trump, esta democracia estará en riesgo existencial. El cineasta Michael Moore no se ha cansado –al promover su más reciente película Fahrenheit 11/9, que aborda todo este tema– de advertir a la ciudadanía que las próximas elecciones podrían ser las últimas para salvar lo que queda de esta democracia.

Fuente: jornada.com

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