Siria: La “traición” de Trump

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“Es una traición descarada”, denunciaron las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) el jueves 20, tras el anuncio de que el presidente estadunidense Donald Trump ordenó el retiro total de las tropas de su país en Siria y el fin de la campaña de bombardeos aéreos contra la organización Estado Islámico (EI), la cual, afirmó, ya ha sido derrotada: “Los hemos vencido”, declaró.

El sentimiento de agravio es compartido por la generalidad de los aliados de Estados Unidos, que fueron tomados por sorpresa: “Daesh (Estado Islámico) no ha sido eliminado del mapa”, advirtió Florence Parly, secretaria de Defensa francesa.

En la ONU, la embajadora británica Karen Pierce hizo eco: “No debemos perder de vista que la amenaza de Daesh continúa”.

También hubo muestra de consternación en las capitales de Israel y Arabia Saudí.

La decisión provocó incluso la renuncia del secretario de Defensa estadunidense, Jim Mattis, y del enviado especial de Washington para la coalición contra el Estado Islámico, Brett McGurk.

La preocupación en Londres, París, Jerusalén y Riad, sin embargo, es de carácter estratégico: Trump está prácticamente renunciando a sostener la influencia occidental en la región y está cediéndoles el escenario a quienes más han festejado su resolución: el presidente ruso Vladimir Putin (quien resumió su satisfacción con un elocuente “Donald está en lo correcto”) y la República Islámica de Irán.

Para los kurdos, sin embargo, más que grandes juegos de estrategia, se trata de una amenaza existencial: el otro gran beneficiario es Turquía, cuyo presidente Recep Tayyip Erdoğan ha anunciado que sólo esperará a que se retiren los soldados estadounidenses para lanzar su ejército a someter Rojava, la zona autónoma kurda.

La situación es tan seria que también las YPG realizaron, el viernes 28, un atrevido movimiento que dejó a todos sorprendidos: abandonaron la ciudad de Mambij, la primera que sería atacada por los turcos, e invitaron al ejército del gobierno sirio a ocuparla. Éste lo hizo de inmediato y se convirtió, por el momento, en un importante obstáculo en el camino de las fuerzas de Erdoğan.

Escudo

En 2015 el EI causó terror. Presumía dos imposibilidades: ser derrotado y tener piedad. Un año antes, en una guerra relámpago, había conquistado una gran parte de Siria y había puesto en fuga al ejército de Irak, apoderándose de varias grandes ciudades, incluida Mosul, la mayor del norte.

Los primeros que demostraron que podían vencerlo fueron los kurdos sirios, que protagonizaron una resistencia heroica y exitosa en el sitio sobre la ciudad de Kobane, y los kurdos iraquíes, que detuvieron la marcha de los yijadistas a sólo 40 kilómetros de Erbil, capital de la Región Autónoma del Kurdistán de Irak.

Esto les ganó a los kurdos un enorme prestigio y el respaldo militar estadunidense, bajo el comando de Barack Obama, quien por fin hallaba un aliado confiable que asumiera el peso de la ofensiva terrestre contra el EI con apoyo de la fuerza aérea del Pentágono.

El ofendido era, en cambio, el gobierno de Turquía, en cuyo territorio habitan 25 millones de kurdos y que desde 1984 ha entrado y salido de periodos de guerra contra su organización mayoritaria, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán. El presidente Erdogan ha expresado en todos los tonos su molestia con Washington a este respecto, y la ha llevado al terreno.

En Siria, durante la guerra civil, los kurdos lograron dominar las zonas donde son mayoría demográfica, siempre a lo largo de la línea fronteriza con Turquía. Controlaban por completo esa área, salvo un cantón intermedio, el de Al Bab. Para bloquear su aspiración de apoderarse de él y unir las dos regiones kurdas, Turquía invadió Al Bab en 2017, y amenazó con atacar las posiciones kurdas al este, en la vecina Mambij.

La presencia de tropas estadunidenses junto a los kurdos, sin embargo, obligó a Erdoğan a desistir por el peligro de provocarles bajas. Así, los soldados de Washington se convirtieron en una especie de escudo para los kurdos.

En marzo de este año Erdoğan optó por marchar sobre el oeste y tomar el cantón kurdo de Afrin, la parte occidental de Rojava, lo que dejó 2 mil 500 muertos y unas 300 mil personas desplazadas.

Aviones contra trincheras

La orden de Trump de retirar a sus tropas, en un plazo de 60 a 100 días, provocó movimientos inmediatos en las de Turquía y las del Ejército Sirio Libre, financiado por Ankara, que se desplazaron hacia Mambij en espera de la orden de ataque. El lunes 24 Erdoğan declaró que su ejército está listo para iniciar una ofensiva en cualquier momento. Un día después su ministro de Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, clarificó, por si quedaban dudas: “Si Turquía dijo que va a entrar (en Rojava), es que va a entrar”.

Los kurdos, que cuentan con entre 40 mil y 50 mil milicianos, han empezado a prepararse para resistir el ataque de uno de los mayores ejércitos de la región, superior en números, organización y, sobre todo, arsenal: sus brigadas de tanques, su artillería y su fuerza aérea constituirán el martillo turco para preparar el despliegue de la infantería.

Hasta el viernes 28, la intención evidente era iniciar con la toma de Mambij, el único punto al occidente del río Éufrates que les quedaba a los kurdos, y después cruzar hacia el oriente sobre el corazón de Rojava. La jugada kurda de cederle Mambij al gobierno sirio obligará a los mandos turcos a replantear su estrategia, para evitar un enfrentamiento directo con el ejército sirio.

Aunque los obligará a hacer desplazamientos mayores de lo planeado, a las fuerzas turcas les quedan opciones en casi todo lo largo de la frontera. La más inmediata sería cruzar el Éufrates por territorio turco y entrar a Rojava por Kobane, la ciudad que venció a Daesh. Además, los analistas prevén que intentarán abrir otro eje de ofensiva siguiendo la línea divisoria con Irak, para cortar la comunicación con los kurdos de ese país, desde donde envían suministros y voluntarios para luchar.

Las y los combatientes del YPG (sus unidades militares femeninas han ganado fama mundial), que carecen de aviones y tienen pocos vehículos blindados, se han ocupado en fortificar posiciones y cavar largas trincheras. “Que escarben lo que sea –advirtió Hulusi Akar, ministro turco de Defensa–, cuando llegue el momento, serán enterrados en sus propias trincheras”.

“Ayúdenos bajo su riesgo”

Los oficiales estadunidenses encargados de la lucha en Medio Oriente han hecho oír sus protestas. Además de que Brett H McGurk, enviado especial a la coalición anti-Daesh, presentó su dimisión, el general Joseph Votel, jefe del Comando Central del Ejército, recordó que sin los kurdos no hubiera sido posible arrebatarle al EI casi todo el territorio y las ciudades que conquistó en 2014, y reducirlo a su situación actual de encierro en un par de bolsones en el desierto y en un extremo del valle del Éufrates. Votel advirtió que la retirada de las tropas estadunidenses no sólo fortalecerá al régimen del presidente Bashar al Assad, sino que en todo caso va a dejar a sus aliados kurdos vulnerables ante Turquía.

“Lo que Trump ha hecho en el largo plazo será mucho más catastrófico que sacar las tropas”, alerta Janine di Giovanni, experta en siria de la Universidad de Yale. “Ha enviado un mensaje de que va a destruir cualquier confianza que los combatientes locales pudieran tener para sumarse a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. En cierto sentido, él ha firmado una sentencia de muerte para potenciales alianzas y socios militares”.

En un artículo publicado en el diario británico The Guardian el sábado 22, Di Giovanni señala que Estados Unidos necesita el apoyo de milicias locales en lugares conflictivos como Yemen, Afganistán, Somalia o el Sahel, pero cuando Washington las busque, ellas observarán con atención “la lección de los kurdos y lo que obtuvieron de Estados Unidos: ayúdennos, pero bajo su propio riesgo. Los abandonaremos cuando lo queramos”.

Fuente: proceso.com

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