Justo en tiempo realen que el presidente Donald Trump daba la patada de salida(kickoff) a su campaña para la reelección, en México se aplicabacon energía y decisión el Plan Ebrard-Trumppara convertir a la república en el muroanti migración anunciado desde 2016.
Los periódicos del miércoles reflejaron la estrategia Ebrard-Trump de frenarla migración centroamericana y regresar a sus países a los que ingresaron ilegalmente en los días en que el gobierno mexicano erahumanista: estrechan cerco a migrantes, exigen identificaciónoficial en vehículos del sur, tratan de cerrar los pasosde ilegales en el Río Suchiate, retacan estaciones de migración de detenidos, la Guardia Nacional se erige en muro, aumentaron redadasde ilegales centroamericanos en Chiapas.
Las pasiones que levantan los estilos racistasde gobernar de Trump han impedido identificar las razones; o, en otras palabras, lo que se encuentra detrásde los tuits anti migrantes del presidente estadunidense: la configuración de un nuevodiscurso racial. Sólo que además de la supremacíablanca basada en el ideal de Trump –blanco, rubio, grueso, alto–, ahora se agrega el temor al detalle que explica por qué tanto rechazo al hispano y sobre todo al mexicano: la negativade hispanos y mexicanos a renegar de su origen, su repudioa la incorporación a la cultura yanqui, la construcción de comunidades aisladasde las estadunidenses y el viejo sentimiento de que los mexicanos fueron dueñosde la mitad oeste del imperio.
No se trata de una reconquista territorial para regresarlaa sus propietarios originarios, sino que el temor estadunidense es a la creación de grandes ciudades con cultura mexicana dentrodel especie territorial del imperio estadunidense que se mueve con otras reglas de conquista. Ahí es donde están fallandolos demócratas: con tal de contradecira Trump, quieren puertas abiertas a la migración y ya llevan varios cientos de miles centroamericanos sincontroles fronterizos ni de sus motivaciones.
Si se le quiere encontrar una explicación funcionala la decisión de México de aceptar el modelo Trump de “tercer país seguro” o de la aplicación de una política migratoria mexicana modoborder patrol, estaría en el cumplimiento de las exigencias de la Casa Blanca a cambiode firmar la segunda fase del Tratado salinista de Comercio Libre y de nometerse con los planes nacionales del presidente López Obrador.
Lo que va a confirmarse en la campaña presidencial estadounidense es si el apoyomexicano ayudará a la victoria de Trump o si otros puntos de la agenda podrían imponerse por los migratorios y Trump resultara derrotado por el únicocandidato demócrata competitivo: Joe Biden. Si Trump gana, México estará obligadoa seguir cumpliendo con las agendas migratoria, de seguridad nacional y de acotamiento a los cárteles del crimen organizado transnacional. Si Biden desplaza a Trump, entonces México tendrá que dar explicacionesclaras de todo su apoyo a Trump.
Asimismo, en México ha prevalecido el sentimientode repudio contra Trump, independientemente de las razones de coyuntura. Y ahí es donde ha fallado el enfoque estratégico para tratar de entender–no comprender– la configuración de una nueva mayoría silenciosa detrás de Trump que va a seguir fijando la agenda racial estadounidense en un punto de coyuntura clave: el deslavamiento de los pivotesde dominación imperial como ideología mayoritaria, entre los cuales la política racial cuenta bastante porque expresa factores de dominación supremacista.
Sin el apoyo interno de una sociedad vinculadaa los factores de dominación imperialista, la hegemonía estadounidense en el mundo tenderá a declinar. Por lo pronto, la globalizacióneconómica ha disminuido el control de los EE. UU. de los mercados de producción y consumo. Y la participación estadounidense en la economía mundial ya noes dominante. Aparejado a ello, el elemento socialde apoyo a las guerras imperialistas –el modeloPericles de luchar por defender un modelo de república– sigue declinandoen los EE. UU. porque la defensa del american way of lifeya nopasa por el dominio militar, sino que se depende de la capacidad de produccióny consumo.
George Bush Sr. fue el últimopresidente imperialista de un imperio en declinación porque los EE. UU. noganaron la guerra fría, sino que Moscú la perdió. Clinton y Obama enfriaronel militarismo, Bush Jr. se enrolló en Irak en 2001 por razones personalesy ahora Trump quiere mantener la triplehegemonía imperial: militar, racial y económica.
El Tratado Ebrard-Trumpsobre migración subordinóa México a la campaña presidencial de Trump. Y nuncale ha ido bien a México cuando se la juega con algún liderazgo imperial.
A periodicazos. La nueva fiscalía está reviviendo el modelo priísta de litigio en medios, a cuenta gotas, para optar por el desprestigio cuando no se tienen buenas carpetas de investigación. La filtración de lo que está haciendo es, aunque no se quiera, una violación al debido proceso. Dicen que están investigando a muchos funcionarios, y si no les encuentran algo de todos modos ya los desprestigiaron. Es priísmo, simple priísmo.
Política para dummies: La política es una factura que siempre se paga muy cara.