La decisión de continuar o no las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco debe tomarse con criterios técnicos antes que democráticos, considera el director del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis Agustín Álvarez Icaza Longoria.
Entrevistado en su despacho, Álvarez Icaza opina que los retos técnicos más importantes para la construcción del nuevo aeropuerto han sido solucionados en Texcoco, pero no en la base militar de Santa Lucía, que ha sido planteada como alternativa por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
El Instituto de Ingeniería ha trabajado desde hace cuatro años como asesor en la edificación de la nueva terminal y se ha encargado de aspectos como el estudio de la viabilidad de la construcción en un suelo arcilloso, blando, que se hunde, y ha determinado que es viable, explica en entrevista.
Aclara, sin embargo, que los aeropuertos se diseñan del cielo para abajo, no del suelo para el cielo. Así que no se trata de tener un terreno disponible para que sea viable construirlo y operarlo, sino de que lo sea aeronáuticamente hablando.
Para el egresado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y doctor en ingeniería mecánica por la Universidad de California en Berkeley, se debe poner mayor atención en las conclusiones de la consultora estadunidense Mitre, surgida del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que hizo un estudio muy largo sobre la viabilidad aeronáutica de un nuevo aeropuerto y concluyó que el mejor sitio era Texcoco, y que el plan de llevarlo a Santa Lucía no sería viable ni en el corto ni en el largo plazos, debido a una interferencia en el espacio aéreo que limitaría el tránsito.
He escuchado muchas veces el argumento de que el terreno de Texcoco se hunde. Es cierto, en este valle de México se hunde todo. Así que el problema no es que se hunda, sino los hundimientos diferenciales. Y esto lo hemos resuelto.
El problema realmente grave, dice, es solucionar el hundimiento del suelo en el Valle de México, para lo que se requiere que se deje de sacar agua del subsuelo o que la que se saca se trate y se reinyecte. Si no lo hacemos, la ciudad colapsará en términos freáticos en 20 años. Es un tema, dijo, que el Instituto de Ingeniería ya ha planteado a la próxima jefa de Gobierno de Ciudad, Claudia Sheinbaum.
Álvarez Icaza, tras decenas de estudios y pruebas de la institución a su cargo, consideró que para la construcción de las pistas en Texcoco se requería de una solución de precarga, que consiste en acelerar el hundimiento del terreno que de por sí ocurriría con el peso de las pistas. Precomprimimos el piso y esto permite tener un terreno más consolidado. Además se ha tenido mucho cuidado con los drenajes, para que no sean un obstáculo. Ya con la construcción avanzada, las pistas están respondiendo como se esperaba, sostiene.
La mecánica de suelos de la zona del lago de Texcoco ha sido analizada por académicos del instituto desde la década de los sesenta del siglo pasado. Para el investigador, estos suelos se conocen mucho mejor que los del actual aeropuerto internacional cuando éste se construyó.
Mediciones realizadas por el Instituto de Ingeniería en los pasados tres años indican que la zona del nuevo aeropuerto se hunde menos que los terrenos del aeropuerto actual, que tiene siete metros de concreto debajo de sus pistas, que es lo que se han hundido desde su inauguración, en 1952.
Debido al desgaste y el hundimiento, el mantenimiento de las pistas del aeropuerto de Texcoco debería hacerse cada cinco o siete años, en tanto que las pistas de la terminal aérea actual requerirán mantenimiento anual.
El ingeniero considera que si se optara por cancelar las obras y utilizar el aeropuerto Benito Juárez junto con la base de Santa Lucía, en el mejor de los casos esos aeropuertos se saturarían en 20 años y tendríamos que hacer uno nuevo. Y sólo nos quedaría Texcoco, que hoy tiene como ventaja que podría funcionar todo el siglo XXI.
Otra desventaja que ve a Santa Lucía es que no se cuenta aún con los estudios de viabilidad aeronáutica, que tomaría años realizar.
Un proyecto como el nuevo aeropuerto tendrá impacto ambiental, dice, como lo tiene cualquier desarrollo de esta magnitud. Con una perspectiva moderna de sostenibilidad se puede buscar cómo mitigar el impacto, y es lo que se está haciendo.
Para Álvarez Icaza, no construir el aeropuerto en la zona de Texcoco significaría enterrar más de 100 mil millones de pesos, además de que podría llevar a que ahí se levanten grandes desarrollos urbanos de alta densidad de población, como los de Chalco, Nezahualcóyotl o Chimalhuacán, que serían proclives a inundaciones.
Piensa que una consulta no es una vía responsable para tomar una decisión tan costosa como echar atrás la construcción del aeropuerto. La responsabilidad sería del funcionario que tome la decisión de una obra que se aprobó con todas las de la ley.
Pero, dice, suponiendo que se resuelva por la vía democrática y con una consulta, se debe dar a la ciudadanía información neutral y fidedigna, sin sesgo, y no creo que eso haya pasado hasta ahora.
Álvarez Icaza considera que la información que se ha difundido sobre el nuevo aeropuerto no ha sido imparcial. Yo no he visto que la viabilidad aeronáutica ocupe un lugar importante en la discusión, ni el horizonte de tiempo de operación del nuevo aeropuerto, que para mí son los puntos claves.
Se haga donde sea, el nuevo aeropuerto será un proyecto polémico, opina. Lo importante, dice, es que se requiere de una nueva terminal que sea útil para los mexicanos.
Fuente: jornada.com