Sin ciudadanos libres, la democracia es una falacia: Alfredo Martínez de Aguilar

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* La solución real a mediano y largo plazo es construir ciudadanía, mediante la educación integral con valores y principios universales, respeto a la vida, a la libertad, a la igualdad y a la dignidad.

* Luchemos día a día por la educación, la alimentación, la salud y el trabajo, a través de un esquema comunitario o comunalista, como lo enseña la sabiduría milenaria de la cosmovisión indígena.

La aseveración que da pie al título de esta entrega es atrevida, audaz y hasta temeraria. Sin embargo, hoy, más que nunca, es obligado e indispensable romper esquemas y paradigmas.

Es deber insoslayable de los periodistas llamar de manera provocadora a la reflexión pública sobre el estado de cosas presente y futuro. Sin importar si lo habrá para quienes hagan la convocatoria.

La crisis humanitaria planetaria que vivimos obliga a hacerlo en medio de la controversia sobre la creación prefabricada del nuevo coronavirus SARS-CoV-2-COVID-19 como negocio genocida.

Es vital hacerlo, es decir, cuestión de vida o muerte. Al estar en riesgo nuestra salud física y psicoemocional por la devastación de la pandemia se pone en riesgo lo más sagrado: la vida.

A riesgo de escandalizar a las hipócritas buenas conciencias y a los políticamente correctos de todos los partidos y gobiernos, en el centro del debate está la preservación de la democracia.

En los procesos electoral federal intermedio y localmente concurrente de este año 2021 y el presidencial de 2024, está en juego el destino de México como país libre e independiente.

Antes de compartir con ustedes algunas ideas del Dr. Cipriano Flores, a nuestro juicio, producto de la teoría y praxis de la ciencia política, sin ciudadanos libres, la democracia es una simple falacia.

Es necesario reconocer al inicio que la democracia es una degeneración de las formas de gobierno, agravada porque todos somos iguales ante la ley ¡Pero algunos son más iguales que otros!

Seamos realistas. El autoengaño de la simulación “gatopardista”, que todo cambie para que nada cambie, nos ha hecho mucho daño siempre a nivel individual, social y colectivo, nacionalmente.

De entrada, si queremos un cambio real y verdadero, eficaz, eficiente y efectivo, tenemos que aprender a ser y actuar de manera diferente en la nueva normalidad impuesta por la COVID-19.

Jamás debemos olvidar las enseñanzas de Nicolás Maquiavelo en su obra máxima El Príncipe, en torno del poder político para alcanzarlo y conservarlo: éste no se comparte ni se cede, se arrebata.

En tales condiciones, los ciudadanos podemos, pero no debemos persistir en seguir actuando como lo hacíamos en la vieja normalidad, plagada de prácticas viciosas por apatía y complicidad.

La solución real a mediano y largo plazo es construir ciudadanía, mediante la educación integral con valores y principios universales, respeto a la vida, a la libertad, a la igualdad y a la dignidad.

Alcanzar esta ambiciosa meta en la vida real es sumamente complejo y complicado porque, a querer o no, es difícil educar a los pueblos con hambre, en la miseria y enfermos por desnutrición.

Si pueblo y gobiernos realmente queremos cambiar el injusto y desigual estado de cosas actual, insisto, construyamos ciudadanía real y verdaderamente educada, no sólo instruida, e informada.

Sólo bajo esta perspectiva y visión de futuro lograremos alcanzar un nuevo estadio con ciudadanos conscientes, responsables, auténticamente libres y, sobre todo, permanentemente participativos.

Ello hará posible, al mismo tiempo, pasar de la democracia meramente representativa a la democracia participativa. Por supervivencia, urge dejar atrás el anquilosamiento decimonónico.

Rompamos el círculo vicioso y perverso de la secular corrupción, apoyada en amplísimas redes de complicidad, que única y exclusivamente busca preservar sus mezquinos intereses facciosos.

Luchemos día a día por la educación, la alimentación, la salud y el trabajo, a través de un esquema comunitario o comunalista, como lo enseña la sabiduría milenaria de la cosmovisión indígena.

No desaprovechemos la riqueza de la cultura occidental y el avance del desarrollo tecnológico. Sobra talento humano y recursos naturales para conseguirlo al margen de los partidos facciosos.

Urge una gran carga de humildad para entender que solos no podemos evitar el manipuleo de los dueños del poder y del dinero. Urge mayor conciencia, difícil, pero no imposible de conseguir.

Para marcar diferencia en las primeras elecciones de la 4T al Doctor en Ciencia Política y Administración Pública Cipriano Flores Cruz (Cipriano Miraflores) le hubiera gustado:

  1. Evitar la intervención del INE en las elecciones de los estados, por principio del federalismo.
  2. Elevar al 7 por ciento el umbral para que los partidos conserven su registro. Así habría menos partidos.
  3. Eliminar el sistema mixto existente, mayoría-representación proporcional y que sólo sea proporcional, el porcentaje que obtienes, es tu porcentaje de diputados. Por tanto, se eliminan los plurinominales.
  4. Eliminar el sistema bicameral y quedar una sola cámara, la de diputados.
  5. Eliminar el sistema presidencial, el gobierno de un solo hombre, por el sistema parlamentario, el gobierno de un colectivo.
  6. Las y los candidatos serían por lista, es decir, los ciudadanos escogen a sus candidatas y candidatos.
  7. Los jóvenes de 16 años pueden votar, pero votados hasta los 18.
  8. Convertir a los partidos en institutos cívicos. En escuelas de la democracia.
  9. Que nuestros paisanos emigrantes tengan el derecho de votar y ser votados.
  10. Construir el Partido Nacional de los Pueblos Originarios, así tendríamos representación.

alfredo_daguilar@hotmail.com

director@revista-mujeres.com

@efektoaguila

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