Jeremy Corbyn: tiempo y circunstancia: Raúl Castellanos

no me veras

El pasado 18 de abril, como se acostumbra en el Reino Unido, la Primera Ministra Theresa May convocó a la prensa a las puertas del número 10 de Downing Street, sede de la residencia oficial. De pronto y sin previo aviso, anunció la convocatoria a elecciones generales anticipadas a celebrarse el ya muy próximo 8 de junio, mismas que, de acuerdo al calendario electoral, deberían ocurrir hasta el 2020. El motivo del llamado –según May- fue la necesaria estabilidad y fortaleza del gobierno para enfrentar con firmeza las negociaciones de salida de la Unión Europea que determinó el Brexit; en tono duro dijo “He llegado a la conclusión de que la única forma de garantizar la certeza y la seguridad para los años venideros es celebrar elecciones anticipadas. En este momento de enorme significado nacional, debería haber unidad aquí en Westminster –el Parlamento- pero en su lugar hay división”.

Habiendo llegado al cargo de Primera Ministra en julio de 2016 tras la renuncia de David Cameron, quien renunció tras perder sorpresivamente el referéndum del 23 de junio -en las elecciones anteriores Cameron había obtenido una mayoría absoluta, lo que permitió la no convocatoria a nuevas elecciones en aquel momento-, May decidió no esperar. Haciendo valer la conseja de que en la política los juegos y cálculos de poder se imponen, los analistas consideran que la convocatoria de May tiene como objeto consolidar su posición en el Parlamento con una mayoría más amplia y más afín a su liderazgo; además de aprovechar la debilitada posición del partido Laborista frente al electorado que le reclamaba no haberse comprometido a fondo con el “NO” al Brexit; y las pugnas que se desataron en torno al liderazgo de Corbyn que gracias al apoyo popular pudo superar las intenciones de relevarlo.

En aquel momento, el debate giraba y al día de hoy es uno de los temas que cruzan el proceso electoral es el tipo de Brexit a negociar con la Unión Europea; uno que prácticamente cierre fronteras en todos los sentidos u otro que mantenga vasos comunicantes; dos definiciones ilustran esta disputa; Paul Nuttal, dirigente UKIP, dice “Cada voto por UKIP en estas elecciones generales será un recordatorio a la Primera Ministra de que el pueblo británico quiere un Brexit limpio con fronteras restauradas”. En contraparte, Tim Farron, del Partido Liberal Demócrata, sostiene “Estas elecciones son nuestra oportunidad para cambiar la dirección de nuestro país. Si quieres evitar un desastroso Brexit duro. Si quieres mantener al Reino Unido en el mercado único de la Unión Europea. Si quieres un Reino Unido abierto, tolerante y unido, esta es tu oportunidad. Sólo los Liberal-Demócratas pueden evitar una mayoría conservadora”. Y quien desde abril, posiblemente con premonitoria razón, definió lo que estaba en juego y también los riesgos, fue Nicola Sturgeon primera Ministra de Escocia, quien calificó la convocatoria a elecciones como un “enorme error de cálculo político” y aseguro que los “Los Tories –conservadores- ven una oportunidad de mover al Reino Unido a la derecha, forzar un Brexit duro e imponer más recortes”.

Laura Kuenssberg, editora política de la BBC de Londres sostiene que “Las campañas electorales pueden ser muy impredecibles, los últimos años nos han enseñado algo, que la política en esta era es muy difícil de predecir”; como tampoco se puede establecer cuándo puede ocurrir un hecho que modifique percepciones y tendencias; y así sucedió. El atentado ocurrido en Manchester al final de un concierto de Ariana Grande, que dejó al menos 19 muertos y decenas de heridos, dos semanas antes de las elecciones, vino a colocar en el debate el tema de la seguridad; Gran Bretaña, a diferencia de otros países no había sufrido un ataque terrorista desde el 2005, cuando una serie coordinada de atentados al transporte público dejó 56 muertos. En los días siguientes, el gobierno de Theresa May ha sido puesto a prueba.

En este escenario, después de dos rotundos fracasos de las predicciones electorales (en 2015 nadie apostaba por David Cameron y consiguió una mayoría; en 2016 se vaticinaba que Reino Unido se mantendría en la Unión Europea y triunfó Brexit), en 2017, hasta hace unos días, todo apuntaba a que Theresa May conseguiría una victoria histórica; hoy la prensa lo pone así “May probablemente ganará. Pero cada vez parece más probable que gane y a la vez que pierda”.

Por su parte, Jeremy Corbyn ha subido el tono de su discurso. Ha relacionado la amenaza del terrorismo con la política exterior de los últimos gobiernos conservadores; plantea una negociación firme del Brexit que preserve los empleos y dé prioridad al acceso del mercado único y la unión aduanera. Un Brexit que “funcione para los ciudadanos normales”; ofrece un gobierno que genere confianza frente a la campaña del “miedo” que abandera May. Los analistas advierten un Corbyn sincero que conecta con la gente; frente a una Theresa May, torpe y contradictoria, cuya popularidad ha descendido en la medida que la de Corbyn aumenta; sondeos recientes sitúan la ventaja de May en cinco puntos, nada que ver con los veinticinco con que contaba en abril.

¿Hasta dónde le dará el tiempo y las circunstancias a Corbyn para conseguir, este sí, un triunfo histórico? No se puede predecir; lo cierto es que la decisión está en el aire y en los electores británicos; aunque no estaría mal como valor agregado ver a una mujer mexicana -Laura Álvarez, su esposa- despachando en el 10 de Downing Street.

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /@rcastellanosh

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